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TUBULAR BELLS |
Un guión que a Alexander Payne su director, le quedó a medida no
solo por su forma de hacer cine, sino como entiende su país, a través de
personajes en conflicto, contradictorios, ridículos, en fuga, hacia alguna
clase de redención. Su personaje tiene que llegar para poder cobrar ese premio de
lotería, que no existe y su hijo se lo advierte y aún así decide acompañarlo,
porque es la excusa perfecta para pasar un tiempo juntos y saldar algunas
cuentas pendientes entre ellos, con el resto de la familia y con la vida en
general. Si hasta saldan esa verdad sobre el alcohol "…si te hubieses casado con
ella, también beberías…" le confiesa a su hijo, tiene todos los achaques propios
de la vejez y parece haber pedido la razón, pero se permite clases de lucidez
que solo están al alcance de los locos.
¿Locos o sabios, en qué nos transformamos a determinada edad para
nuestros hijos?
Recuerdo otra película con un tema similar, de Tim Burton sobre el
vínculo de un hijo que se reconcilia con su padre moribundo, un hombre que
gustaba de relatar momentos de su vida a los que les añadía características
fantásticas, hizo lo propio en el casamiento de su hijo y este ofendido ante el
ridículo, dejó de hablarle durante años. Will, el hijo, trabajaba como periodista en París, cuando la salud
de su padre empeora regresa junto a su esposa; en el avión le cuenta una de las
historias de su padre, en la que conocía a una bruja que le mostraba de qué
manera moriría al mirar a través de su ojo de vidrio, entre otras por supuesto.
Cuando Will regresa, su padre estaba en el hospital. Edward su
papá, le pide que le cuente una historia, él narra cómo ambos escapan del
hospital y se dirigen al río, donde se encuentran con toda la gente que conoció
en su vida. En el río, el padre se convierte en un pez… seguido el papá dice
“la historia de mi vida” y fallece. En el funeral, Will ve a varios amigos de su
padre, los cuales estaban presentes en sus historias. Allí, se da cuenta de que
su padre no había mentido, sino que en realidad había exagerado, Will explica
que su padre se convirtió en sus historias tras años de narrarlas, y que vivirá
por siempre en ellas. El deseo
del hijo es entenderlo, para quizá, no tener con su hijo que se aproxima las
mismas fallas, sin embargo no puede entenderse a los padres sino con el correr
de los años, por qué? Regla a todas luces inexacta por el solo hecho de conocer
hijos y padres cercanos. Generalmente
cuando se es niño, cualquier relato aunque fantasioso, es verdad. Termina la
infancia y los requisitos hacia los mayores son otros y los cuestionamientos no
tardan en llegar, los hijos crecen y se hacen su propia idea acerca de todo.
Lo cierto
de todo esto es lo siguiente, dejemos el cine de lado, porque ambas películas
tienen cierta tristeza a cuestas, qué ocurre cuando los cuestionamientos siguen
y ya no son tan adolescentes y los padres dejamos de ser interesantes y cada
momento que pasa hace que ellos sean más adultos y nosotros más ancianos. Para
terminar, para la psicología todo esto es una cuestión de culpas… y ese
sentimiento de culpa a veces llega tarde.
Me pregunto si el banderín que los
colectiveros colgaban desde el espejo retrovisor -antes que exista la
contaminación visual, en el 8 que pasaba por la 44 y 14 (barrio de guapos, como
el Tolosa de Huguito)- no resumía todos estos hechos de acuerdo con cada edad. ¿ Lo recuerdan?
A los 5 años: Mi papá "es lo máximo". Se las sabe de todas todas.
A los 10 años: ¡ Qué grande e importante
es mi papá.
A los 15 años: Mi papá anda fuera de onda.
A los 20 años: Mi papá ya no da una, sus ideas son anticuadas y están fuera de foco.
A los 30 años: No sé como mi papá no pudo hacer lo que yo hice y voy hacer.
A los 40 años: Voy a consultar a mi papá; he visto que mucho de lo que me ha dicho se ha cumplido.
A los 50 años: ¡Qué lastima que se murió el viejo! Cuantos buenos consejos me dio y no aproveché.
A los 60 años: ¡Qué sabio era mi papá! Cuántos problemas me hubiera evitado de haberle hecho caso antes.
A los 70 años: ¡Qué sabios éramos los dos! Cuántos problemas hubiéramos evitado de habernos escuchado.
A los 15 años: Mi papá anda fuera de onda.
A los 20 años: Mi papá ya no da una, sus ideas son anticuadas y están fuera de foco.
A los 30 años: No sé como mi papá no pudo hacer lo que yo hice y voy hacer.
A los 40 años: Voy a consultar a mi papá; he visto que mucho de lo que me ha dicho se ha cumplido.
A los 50 años: ¡Qué lastima que se murió el viejo! Cuantos buenos consejos me dio y no aproveché.
A los 60 años: ¡Qué sabio era mi papá! Cuántos problemas me hubiera evitado de haberle hecho caso antes.
A los 70 años: ¡Qué sabios éramos los dos! Cuántos problemas hubiéramos evitado de habernos escuchado.
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Leonardo Padura |
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