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Philip Roth |
El señor Philip Roth se despide, sí el más ejemplar
de los narradores, según dicen, deja de escribir, confimó su decisión de 2012
de dejar la literatura. El anuncio fue hecho por el propio autor a la revista
francesa Les Inrockptibles, "se acabó, Némesis ha sido mi último libro" declaró.
A los 79 años confesó que es consciente de que se le
acaba el tiempo, razón por la cual solo relee sus novelas favoritas.
Entre los años cincuenta y sesenta, un nuevo grupo de
novelista norteamericanos tomó el mando de la famosa “generación perdida”, Saul
Bellow, Bernard Malamud, Norman Mailer, todos de procedencia judía. El más joven
era un tal Philip Roth, el único no judío era John Updike.
Philip debutó a los veintiséis años con un libro de
relatos que obtuvo uno de los más prestigiosos premios americanos, el National
Book Award, sin embargo, el éxito le llegó con “El lamento de Portnoy” cuya
audacia sexual llamó inmediatamente la atención, transformándose en un
provocador, un niño terrible.
En los noventa la esposa de Roth, la actriz Claire
Bloom de la que luego se divorció, publicó un libro bastante
negativo respecto de su ex esposo,
aunque sin casualidad alguna al año siguiente el escritor inicia una serie de
novelas que se cuentan por obras maestras. La primera un juego erótico titulado
“El teatro de Sabbath” con la cual obtuvo por segunda vez el National Book
Award y bien distintos de los juegos sexuales de sus primeras obras de éxito,
abrió una etapa que pudo llamarse universalista por los críticos, donde el
mundo más bien cerrado de los judíos americanos de los primeros tiempos se abre
y expande convirtiéndose en un interés por el sentido profundo de la existencia
humana en general.
Ahí se inicia la llamada Trilogía americana
con una novela portentosa, acaso la mejor de las suyas, Pastoral
americana. El retrato de ese personaje, el Sueco, netamente american
way of life, de vida satisfactoriamente ordenada gracias a su voluntad de
trabajo y esfuerzo personal, que se enfrenta al desconcierto absoluto ante la
actitud de la siguiente generación representada por su provocadora hija; es un
monumento al amor y el dolor y a la incomprensión del mundo. Y en el resto de las novelas que siguen a partir de ese momento no hay un sólo desmayo: es un
escritor en plenitud de facultades haciéndose las grandes preguntas de la
existencia.
Hasta que
llegamos a la serie de novelas cortas que tienen su origen emocional en un
libro anterior: Patrimonio, un texto impresionante sobre el fin de su
padre y, sobre todo, un texto sobra la muerte. Desde Sale el espectro,
la muerte adquiere una importancia capital en el escritor; no porque se dedique
a escribir específicamente sobre ella sino porque empieza a reconocer su propia
extinción. A partir de ahora, no volverá a escribir una novela larga, como si
el cansancio hiciera mella en él, como si ya no pudiera disponer del aliento
que le llevó a firmar sus últimas obras maestras. Entonces se dedica a la
novela corta, pero el genio es el genio. Salvo un par de ellas, vuelven a ser
obras maestras: Indignación, La humillación o Némesis poseen la
maravillosa fuerza expresiva de sus mejores obras y prolongan ese fascinante
bucear en la condición y la dignidad humana.
A partir de
estas últimas, Philip Roth parece escribir contra el tiempo, parece escribir
para no morir, para alejar a la muerte, en un esfuerzo final que le hace dar lo
más depurado y decantado de su escritura. Por ello, como escritor es un hombre
ejemplar; por eso mismo el anuncio de su despedida es tan emocionante.
Philip Roth ha llegado al tramo final
y entrega la pluma. Quizá sea también el último de los grandes, el más ejemplar
de los narradores.
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The Doors |
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