el fundador: JULIAN AXAT
el jefe: MARIANO MAFFIA
el bicho: RODOLFO SECCO
el negro: GABRIEL SAGASTUME
columna de arte: ANONIMO

Buscar este blog

domingo, 8 de abril de 2018

Una novela china de CESAR AIRA


Escrita en el tono en que hemos leído la literatura oriental, como una fábula, con metáforas, con imágenes vinculadas a la naturaleza: ríos, montañas, osos, ruiseñores el sol y la luna en sus ciclos, las estaciones, el verano y el invierno y el tiempo, en su enorme extensión y al mismo tiempo, su brevedad.
Lu, el protagonista hace un plan a largo plazo, adoptar una niña para que cuando crezca sea su esposa. Justifica su idea en la arraigada costumbre de los montañeses de mantener relaciones incestuosas.
La historia transcurre en una aldea de China, en una época difusa, probablemente en las décadas 50, 60 y 70. Hay referencias a Chou en Lai, la guerra fría y a la revolución cultural. El marxismo está flotando y en un momento se lo compara con la lluvia, como algo que es inevitable.

A continuación, un párrafo:
Hua, pensaban sus dos contertulios, era un melancólico; por dentro era una verdadera señora; la forma de sus ancas no desmentía su modo de sentarse en el mundo.
Uno de los gatos se hizo notar de pronto, con un pequeño maullido. Como si lo hubiera oído, desde afuera respondió un pájaro, de los que se refugiaban en el alero de Lu los días de lluvia: una golondrina. El gato fue al centro de la sala, y lo siguió perezosamente el otro; los dos eran de un blanco amarillento, uno de ellos con máscara negra. El primero saltó al vano de la ventana y miró un instante, tal como lo había hecho Hua. Después volvieron a sus almohadones. Los sobresaltó un aleteo, y quedaron un rato con las orejas erectas. Había huecos en la inserción de las vigas del cielo raso, y las golondrinas debían de estar presentes también en la reunión, aunque ocultas.
Fue el turno de Lu Hsin de dar su propia opinión sobre el caso:
—A mi juicio, lo que propone Chen con la ambigüedad de su destreza, es nuestra comprensión. Se supone que al fin de una larga o breve deliberación ante sus obras, deberíamos llegar a una comprensión: es real, o es un fraude. Pues bien, en un sentido u otro, nuestra conclusión será incomunicable, por cuanto la comprensión misma es incomunicable. Y no me refiero a una pedagogía… Lo incomunicable lo es para con uno mismo. De ahí que somos nosotros mismos los que no comprendemos nuestra comprensión. —Hizo una larga pausa—. La misión del artista es hacernos comprender eso al menos, y creo que Chen lo hace bien.

Sus amigos asintieron.