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domingo, 27 de febrero de 2011

LEMURIA. Viaje desde la pecera

LEMURIA.
Tristán Vox

“A los pescadores de perlas que se sacan la corbata por la noche y rompen el hilo del collar para desparramar por el éter cosas que llevan adentro………….”
De una oyente infiel
I
La perlita literaria era un espacio de tan sólo treinta minutos, dos veces por semana, dentro de un programa diario de cuatro horas de duración de una emisora alternativa, como las llaman ahora, en una radio local. En él, Lionel sorprendía a los oyentes con un cuento, una poesía o algún invitado del palo.
Cada martes y cada jueves, entre las 14 y las 14.30, luego de haber cumplido su tarea de funcionario judicial, escapaba por las escalinatas del viejo edificio de Tribunales, saltando de a dos los escalones de mármol de Carrara, con su corbata ya aflojada por el trajín de la jornada y su maletín de tela de avión colgado en el hombro derecho, a paso veloz rumbo a la emisora para compartir con sus oyentes la perlita elegida para el día.
Esa rutina se repitió durante todo el año.
Cuando debieron reprogramar las grilla del año siguiente, la emisora le sugirió-ofreció un espacio semanal de una hora para tener su propio programa de radio. Algo así como la perlita, pero propia, a su gusto, con las libertades del caso y un poco más largo.
Paralelamente, en mi despacho se desarrollaban todas las mañanas en la previa a las audiencias previstas por el Código Procesal, largas charlas y debates sobre diversos temas, de los más interesantes, obviamente, no jurídicos. Allí hablábamos de cine, de los libros que nos habían conmovido, de las pequeñas cosas que nos hacen felices, en síntesis, de la vida misma. Muchas veces, terminadas las audiencias, había una yapita de charla y se extendían un poco más. De ellas participaban Lionel, el Negro, Abelardo y yo, todos compañero de lides. Lionel representaba a la Defensa, el Negro y Abelardo a las Fiscalías y yo sopesaba la balanza debiendo equilibrar las distintas posiciones y posturas. Dando a cada uno lo suyo, como se mofaba Abelardo una y otra vez al decirme:
-Filmus Ud es como Ulpiano, tan justo y tan mesurado para darle a cada uno lo que le corresponde.
La amistad no entorpecía la vehemencia de cada una de las partes. Una mañana, en una audiencia que se las traía por los intereses contrapuestos en forma casi inconciliables, pensé, por un momento, que nuestra amistad se empañaría. Traté de poner paños fríos a la discusión y propuse un cuarto intermedio para que, en la intimidad acomodáramos o flexibilizáramos las posiciones.
-El receso es innecesario, me contestó la Defensa, no hay nada que conversar. Las posiciones están planteadas y que las diferencias las resuelva el Juzgado. Castiglioni se llamaba el imputado, no me olvido más.
Así de sincera era nuestra actividad laboral, como así de distantes a ésta estaban nuestros verdaderos sentimientos trascendentales, diría.
En una de esas previas, Lionel nos contó la oferta de la radio. Con la frescura que lo caracteriza nos propuso:
-¿Y si hacemos un programa juntos, extendiendo estas charlas y estos momentos tan gratos a otro ambiente, micrófono mediante, para compartir con otras gentes distintas de este medio?
El Negro ya había experimentado en los 80 esa actividad radiofónica, con un programa de Rock y literatura. En aquella época se llamaban radios truchas, pues no estaban autorizadas por el COMFER para funcionar. Bajo el seudónimo de El Mercenario deleitaba a su audiencia contando las historias de los grupos de Rock, que en esa época no se llamaban bandas sino grupos o conjuntos. Había vuelto de Malvinas, luego de estar al frente en Mont Longdon y, entre sus distracciones de post-guerra había elegido profundizar en la poesía y la música, dos pasiones bastante alejadas de lo que había vivido en cuerpo y alma durante dos meses bajo la lluvia y el frío austral que, junto al fútbol, llenaban ese agujero.
Abelardo, había experimentado otras actividades, no tan sufridas como las del Negro. Es el más grande de todos y tiene, además de los años, las vivencias propias de una persona que no se perdió detalle. Esos tipos que viven cada día como si fuera el último. Vivió de cerca el peronismo revolucionario de los setenta, luego el golpe y la vuelta a la democracia. Pero esto de la radio, le venía como anillo al dedo, ya que como hobby hacia un par de años que estudiaba ciencias de la comunicación o comunicación social, algo así, lo que antes se llamaba periodismo. Un buen motivo para expresarse tanto en la escritura como en la palabra.
Mis experiencias habían pasado por otros ámbitos. Entre el oficio llamado el más noble por ser el mismo que ejerciera José o por ser la madera un material tan noble, quien sabe, y alguna que otra actividad cultural en talleres en la facultad, a esta altura de la vida estaba para enfrentar nuevas sensaciones.
Salvo Lionel que estaba en la flor y la potencia de los treinta años, nosotros tres ya estábamos en ese punto de inflexión que da la vida después de los cuarenta y que nos hace pensar sobre qué cosas valen o no la pena, frase que toma un sentido mayúsculo cuando la pronuncia el Negro. Pucha si puede saber él que cosas valen o no la pena. Se salvó de las balas de los ingleses, del frío antártico, del hambre y hasta de alguna estaqueada de nuestros patriotas suboficiales.
Así nació “Collar de perlas”. Fue el nombre que elegimos para darle continuidad a la perlita literaria. De la misma manera que muchas perlas unidas forman un collar, bueno, muchas perlas literarias pueden formar un collar de fantasía, de nuestras propias fantasías.
Una hora semanal la llenábamos seguro. El asunto era darle forma y que el contenido tuviera cierta coherencia.
En eso trabajamos y pensamos que no sólo nuestros berretines y extravagancias serían los contenidos sino que así como nosotros, existían muchos compañeros laborales escondidos tras su traje gris, los lúgubres despachos y pomposos escritorios, que guardaban secretos y gustos por otras actividades. Así fuimos descubriendo a varios solapados cuentistas, militantes del o arte o simplemente gente sensible que fueron uno a uno invitados a Collar.
II
El primer programa resultó ser más una presentación que un programa en sí. Una música vasca ofició de cortina y un texto que entre todos escribimos sería el anuncio del programa. En él tratábamos de definir qué era una perla. “Una perlita es un hallazgo, el descubrimiento de un mundo perdido en el corazón de tantas páginas escritas, de tantas anécdotas e historias que suenan por ahí; sea al lado suyo o en cualquier otro lugar: en un mismo pasillo o en la propia ciudad, en su oficina de trabajo, en un fragmento del diario de hoy o del cancionero de ayer. Donde menos se le ocurra está escondida una perlita. Ella es como una dulce musiquilla que suena y nos espera en su trino desde tiempos remotos, simplemente está, convive perdida, y nos llama, nos canta, nos pide a gritos que la salvemos de tanta abundancia dejada por los siglos de historias y más historias que no nos interesan. Porque la perlita es un capricho, un ejercicio de esnobismo de unos buscadores de tesoros (eso es lo que somos, buscadores de tesoros), y estamos todo un día revolviendo -con suma precisión- una jungla de incunables, o repasando nuestro catálogo de memorias, para dar finalmente con el hallazgo: una perlita. Develarla, quitar los excesos -por momentos molestos- será nuestro trabajo. Ese exceso puede llegar a ser un libro, un insondable mito o relato mayor, una opera prima, un largometraje, el folklore arraigado de un pueblo, algún retazo del habla popular. Porque la perla está ahí, es ese vestigio mínimo perfecto, esa confitura o delicadeza en la palabra durmiendo el sueño eterno de los héroes; hasta que aparecemos nosotros, los buscadores de perlitas (decíamos: buscadores de tesoros), cuatro amigos que, por esas casualidades de la vida, o esa afinidad de los sueños nos embarcamos en un mismo proyecto: ser la tanza que permita mantener las perlas en un mismo cuerpo, y las llevamos ante usted querido oyente, para que las engarce como quiera, para que ese brillo no se pierda y el collar quede formado mientras siente ese suave cosquilleo que sentimos nosotros al contarlas, esa breve felicidad que genera todo misterioso y pequeño hallazgo”.
Así nos presentamos y así comenzaríamos cada programa. Completamos la audición parodiando un diálogo de Umberto Eco sobre la pena capital. Era una muy buena crítica, desde lo literario, al sistema penal represivo. Lionel, un poeta, redondeaba todo lo demás con su aguda crítica literaria y con alguna de sus salidas que pronto definiríamos como “una limada”. Eso era, un motor tocado, tuneado dirían en el ambiente automovilístico. Un motor que daba más de lo estipulado. Daba más que los de su misma cilindrada. Tenía ya tres libros de poesía publicados, dos ensayos y algún que otro trabajo en colaboración. El más chico, pero, de alguna manera, el más grande.

Otra manera de mirar. Eso tratábamos de pensar sobre el mundo en que vivimos.
Como buenos soñadores, creemos que existen otros mundos que están dentro de éste. O dicho de otro modo, que hay algo más de lo que acostumbramos a ver a diario. Asumir que hay otros mundos, otras realidades encerradas en este mundo, implica -de algún modo- asumir que hay un más allá bien acá, y lo que hace falta es abrir los ojos, escuchar mejor, palpar con otra profundidad las aristas de lo que creemos “lo real”. Decía William Blake, algún día deberíamos abrir las puertas de la percepción y así poder ver, que el mundo se nos presentaría tal cual es: infinito.
Pero: ¿Porqué no podemos ver ese mas allá como un más acá?, ¿Qué es lo que hace que no queramos o no podamos ver la realidad de otro modo?, ¿Porqué creemos que las fantasías y los sueños son de otro mundo y no de éste?, Quiénes son los que hacen un trabajo para que nosotros siempre veamos la realidad del mismo modo: seria, objetiva, racional, adulta o normal; y nunca: desde la diferencia y la multiplicidad: divertida, loca, aniñada, mágica, absurda, y fantástica.
Están los que creen que la realidad tiene siempre el tamaño de su zapato, y si no lo tiene, cortan de cuajo dicha realidad de modo que calce nuevamente en la horma de su zapato. Estos sostienen la unidad a secas de la realidad, creen en la monotonía de esa realidad que se les presenta sin misterios, lisa y llana, realidad burocrática y gris, realidad a la que debemos confirmar, más que salir a buscar. Estos son los funcionarios de la realidad, los policías de la realidad: gente que perdió los sueños hace rato, y se dedica a aplastar los sueños de los otros, a tratar de loquitos o simplemente de soñadores a aquellos que buscan modificarla o acaso levantan su voz para decir que la realidad es violeta, que es como un arco iris, que la realidad es un pato plateado o una estrella polar. Estos últimos creen que la realidad es muchas realidades a la vez, que es un misterio insondable, que puede ser modelada a nuestro antojo, que es compleja y hasta desobedecible. La realidad es todas las realidades inventables, es una pluralidad de voces y de sueños, es una tersura infinita, un mapa dentro de otro mapa, dentro de otro mapa, decía Borges.
Cuando un funcionario de la realidad observa el cielo dice lo de siempre: que está azul, gris, negro, etc. Entonces la realidad es como científica, la realidad es certificar la verdad. La verdad es objetiva. Cuando un soñador o un niño miran el cielo, dicen: que el cielo es un tigre al acecho o una mujer muy bella desnuda, o acaso que se puede tocar el cielo con las manos todos los días. Entonces la realidad es un juego, es inventar, es salir a buscar. La verdad es como un punto de vista, una mirada, un trazo, un matiz.
Es claro que entre estas dos miradas hay una que no permite la convivencia o conveniencia de la otra, o por lo menos la está amenazando de manera permanente. Si en vez de decir que la luna es un asteroide de la tierra que podemos observar todas las noches y afirmáramos convencidos que la luna es un magnífico queso al que podemos hincarle los dientes todas las noches, seríamos considerados lunáticos o niños de cinco años. En nombre de la razón, de la lógica, del buen sentido común de los adultos, cometemos el peor asesinato, matamos otra posibilidad de entender el mundo.
En nombre de la única realidad y de esa razón bienpensante se ha discriminado mundos maravillosos, anhelos, miles de sueños con la excusa de que se trata de meras utopías, de castillos en el aire propios de los románticos o quijotes. En nombre de esa misma razón se ha se ha sacado de este mundo a la fantasía, se la ha trasladado a otros mundos, haciéndonos creer que nada tienen que ver con éste. Que en todo caso son mundos para visitar de vez en cuando, como un hobbie para distraerse, como cuando uno quiere pasear por un ratito por las nubes de Úbeda o el país escondido de nunca jamás.
Se ha dicho que uno no debe soñar despierto, porque debe cuidarse y no romperse la cabeza con fábulas que lo alejen del pragmatismo cotidiano. Se ha dicho que ese cotidiano en el hombre debe llevar a constituir un hombre normal. También se ha dicho que los sueños son para cuando uno cierra los ojos y se duerme, y no para la realidad.
En definitiva ya nadie o pocos ven a través de la poesía, a través de la plástica, de los mitos, la magia o acaso de la música. Nadie hace de su cotidiano la fantasía.
Hay sueños perdidos y derrotados por una guerra. Hay otros sueños, los que se perdieron y fueron derrotados por una dictadura también muy feroz, la dictadura del cotidiano, esa dictadura anónima y rutinaria que nos hace cómplices de una misma y única realidad. Hay otros mundos, pero están en este.
A raíz de estos pensamientos y estas reflexiones, nos escribió un oyente lo siguiente: “No hablamos de los sueños como de las cosas. Los vemos mucho más irreales e incorpóreos. Menos materiales. Pero si nos atreviéramos a decir de los sueños, palabras que predicamos de las cosas nos encontraríamos con ladrones de sueños. Estafadores de sueños. Usurpadores de sueños. Apropiadores de sueños perdidos para sus dueños. Sueños dañados. Podríamos ser desposeídos de sueños o pródigos de sueños. Es decir darlos a mano llena hasta el límite de la locura. Pero reservamos otras palabras para los sueños. Nos gusta verlos metafóricos y etéreos. Huidizos como el deseo. Estimulantes como él. No queremos hablar de los sueños pesados o extensos. Solemos llamarlos pesadillas. Y puntualmente nos damos a olvidarlos. Porque si algo ocurre con los sueños es que se olvidan. Se instalan en ese límite difuso de la vigilia y se escapan. Y hasta clavamos estigmas a quien sueña en la vigilia. Al que sueña despierto. Como si los sueños sólo pudiesen habitar el sueño, es decir, ese tiempo cíclico que se asocia a la muerte con resurrección matinal y nos encuentra con los ojos cerrados. Los sueños, no hay caso, parecen morir con los insomnios y la vigilia. Sin embargo, hay sueños que desvelan y pesadillas que no son sueños. Es para pensarlo”.Erick

III
En el primer año hubo dos programas que me conmovieron terriblemente. No sé como se habrán vivido desde el otro lado del micrófono, pero estar allí dentro de la pecera, fue realmente conmovedor.
Elena era una reconocida fotógrafa. Sus trabajos transcendían la frontera. Había expuesto sus fotografías en distintas galería de otros países.
Su último trabajo trataba sobre los desaparecidos de la última dictadura militar.
Resultó una gran ocurrencia. Hablar de fotografía en un programa de radio. ¿Cómo mostrar una foto a través de un micrófono? Primer interrogante.
Suponiendo que ello no resultara un obstáculo, ¿Cómo era posible fotografiar algo que no está, que desapareció? Segundo interrogante. Sin embargo Elena hizo posible que ambas cosas pasaran a través del micrófono y que las ondas transmitieran mucho más de lo que decía. Ella pudo capturar con sus imágenes los fantasmas de los que ya no están y darles forma a través de las siluetas pintadas en papeles de diario.
Como dijo Lionel, la fotografía de Elena viene a demostrar que un punto, una raya, una silueta en la oscuridad o ante la luz blanca del vacío es la presencia, los fantasmas que deambulan dejando sombras por el mundo. Aquello que estuvo ahí que existió y dejó marcado el espacio. Pues, el vacío se llena con un punto, un punto se llena con el vacío. Mostrar el vacío sin el contraste de un punto es mostrar la nada. Porque la sola imagen de la oscuridad en el espacio es la nada. Quién contiene al punto sino es el vacío. Quién contiene al vacío si no es el punto. No hay punto espacio vacío ni espacio vacío sin el punto. El resto es la nada que se lo traga todo.
Los mismos treinta años que tiene de vida, son los mismos años que lleva buscando a sus padres en sueños, en poesías o en fantasmas capturados por la fotografía. Se los llevaron cuando tenía apenas meses de vida.
El ambiente está cargado de emoción y por momentos se inunda de lágrimas. Pareciera que los fantasmas de los que hablan Elena y Lionel están dentro de la pecera. Pasean por el aire, envuelven el micrófono, nos despeinan y nos acarician. Las reflexiones de Lionel sensibilizan a Elena que llora dos veces. Intento retratar lo que estoy viendo. Lo miro a Abelardo y sus ojos también están humedecidos, se ven más grandes, como aumentados por el efecto de las lágrimas. Lo busco a Lionel con la mirada. El, a su manera, también llora pero sin lágrimas, para adentro. Se siente en su vos, que no es la de siempre, que está quebrada mientras lee escritos todos garabateados, con flechas, con referencias, que le indican el camino que deben recorrer sus palabras para transformarse, en frases, en preguntas, en expresar los sentimientos producidos por las imágenes. Lo miro al Negro y en su mirada hay paz. El ya no llora ni con, ni sin lágrimas. Me sirve de sostén y me aferro para poder seguir. Tiene un don especial, o un don adquirido, por estar tan curtido, pero un don al fin. Don Negro.
Por un momento sentí que Lionel, a través de una suerte de sesión espiritista, intentó comunicarse con los fantasmas capturados por las imágenes de los que ya no están y todos involuntariamente pusimos el dedo índice sobre la copa invertida para también transportarnos. La copa era el micrófono.
Vamos a un corte y salimos del aire pero no se corta por que estamos tan compenetrados y tan sensibilizados que no podemos despegar.
Siento que todos compartimos un momento inolvidable.

Otro, fue cuando el Negro viajó a Malvinas. Después de veinticinco años de la guerra, decidieron cuatro excombatientes volver a sus posiciones. Algo dentro de ellos los empujaba a volver. No sabían qué era, pero sentían o presentían que debían volver, para ver lo que dejaron, para llorar a los que no volvieron o quizás, para cerrar heridas, eso, cerrar heridas.
Salimos al aire con un invitado especial. Un poeta local, pero no por local dejaba de ser un gran poeta. El Negro había prometido establecer una comunicación telefónica durante el programa, cosa que resultaba interesante sin saber siquiera las posibilidades físicas que tuviera desde las Islas. Sobre todo por que hasta ese momento, varios días hacía que estaban allá y no habían podido comunicarse con el continente más que vía e-mail.
En lo mejor de la poesía de este buen hombre llamado Riquelme, el operador hace señas indicando que estaba el Negro al teléfono. –Vamos al aire con la comunicación.
Una mezcla de emoción, angustia y aceleración por saber cómo estaban impidió que nos comunicáramos claramente. Optamos por escuchar y dejarlo hablar. Dijo algo así como que habían encontrado sus posiciones, encontrado cosas que dejaron en el pozo, habían llorado a sus muertos en el cementerio. En fin, tratando de transmitir tranquilidad a sus familias y dar un mensaje de paz nada menos que desde el escenario de la guerra.
En ese momento, Isolda, una oyente de siempre, detiene su gasolero en la banquina del camino que la comunica de su casa al centro de la ciudad, para poder sintonizar mejor su vieja Pioneer y una lágrima se le desliza por las mejillas. Su hija que la acompaña no entiende que está pasando y ella no lo puede explicar. No pasa nada, alcanza a responderle para no preocuparla. Silvia, desde su céntrico 5º piso, con la vieja radio, acercándose al balcón para obtener mejor fidelidad, tampoco contiene esa lágrima que estalla en el umbral de su ventana. Susana en su madurez también se emociona y nos lo hace saber, llamando al programa y dejando un mensaje en el contestador. El invitado, que fue interrumpido en la lectura de su poema se ha quedado sin aliento, sólo alcanza a decir, que fuerte, esto es muy fuerte.
Pienso en Huguito, su compañero de pozo, atravesando plaza Moreno con su MP3 sintonizado el programa y escuchando a sus amigos desde el teatro de operaciones sin poder contener tantas lágrimas comunes.
Con Lionel y Abelardo nos miramos satisfechos de poder haberlo logrado y saber que está bien. Es suficiente una mirada, pues tenemos la luz roja de aire encendida y sólo con miradas podemos comunicarnos.
Cuando llego a casa el cassette, como todos los jueves, está en posición de haber sido grabado y la radio sintonizada en la sintonía alternativa. Avanzo hasta llegar a la comunicación y la vuelvo a escuchar. Ahora, recién hora, en posición de oyente me estremezco y dimensiono el alcance del contacto. Sin querer mencioné tres veces la palabra posición.
Hablo con su mujer, que sé que no pudo escucharlo pues su hija presentaba un concierto, y le acerco el tubo al bafle. Trato de imaginarme la cara del otro lado del teléfono y en la duda, le pregunto si escucha bien. Se le quiebra la voz y la vuelvo a conectar con el bafle. Gracias, gracias, mil gracias no le alcanzan para despedirnos. Me abro otra cerveza, no es para menos, necesito relajarme yo también.
Y suena el teléfono. Es su madre que tampoco pudo sintonizar el programa por presenciar el concierto de la nieta.
-¿Querés escucharlo? Le pregunto. Atónita no entiende el interrogante.
-¿Si querés escuchar a tu hijo? Y otra vez el tubo al bafle. Se interrumpe la comunicación con Malvinas y me permito aclararle que sigue, que no corte. Y dos voces en stereo me contestan, también agradecidos, muy agradecidos de escuchar a su negrito. El padre, por un auricular y la madre por el otro, parecen dos adolescentes escuchando la conversación del hermano mayor con su novia. Pero no, ambos escuchan la misma música de Malvinas. Gracias, mil gracias, tampoco alcanzan para despedirnos.
Al otro día tomo conocimiento de lo importante que fue la llamada. Para los oyentes comunes, un flash. Sin aliento. Para la familia el saber realmente cómo estaba pues del contenido de los mail la suposición no era alentadora. Debieron escuchar su voz y su sonrisa para descifrar esa verdadera paz espiritual. Recién allí obtuvieron la tranquilidad que necesitaban.
Por primera vez en tantos jueves tomamos cerveza negra.

IV
No tardamos mucho en sorprender a nuestro creador. Si Lionel, para nosotros el Jefe, la autoridad, fue emboscado en su propio espacio. Pensamos con el resto del staff dedicarle un programa a él, nada menos que un reconocido poeta y escritor. Engañado en que íbamos a hablar de Borges trajo todo su material para compartir con los oyentes y, de repente, al presentar el programa adelanto que el invitado de hoy resulta ser alguien para los oyentes conocido y que nació en esta ciudad, que estudió en tal colegio y que entre otras cosas era abogado, con Uds. el señor Lionel.
Sorpresa, emoción, más sorpresa para él y para nosotros también. Por que no sabíamos como podía salir. Homenaje, reconocimiento artístico, mezclado con el afecto que cada uno de nosotros tiene para con el otro. Nos dispusimos frente a la mesa como siento que estamos en la vida. Yo, en el medio del dolor de cada uno. Aprendiendo, en cada momento, a través de ellos, a valorar lo bondadoso que ha sido conmigo el destino. Virgen al hambre, al frío, a la ausencia del regazo materno o a la presencia paterna. Virgen al verdadero dolor. Cada palabra que se dice, cada sentimiento que se expresa no dejan de ser siempre, para mí, una enseñanza de vida. Abelardo más atrás, como expectante, igual que yo pasábamos a ser espectadores de lujo.
Y ahí estamos, solos en la pecera frente al micrófono tratando de expresar y compartir sentimientos. Una vez más, Don Negro toma el timón y con la autoridad que le ha brindado la vida, reportea, entrometiéndose en el dolor desde el dolor. “....Reparar daños, curar heridas, esas cosas de vieja gorda....”, pero ambos saben de qué están hablando. Uno, el entrevistado, con los ojos inyectados de lágrimas que no quieren salir. El otro, con la sonrisa cómplice de siempre. Esa sintonía que se establece, casi telepática, resulta intransferible, inefable, pero presenciarla es algo maravilloso. Espectadores de lujo dije, de lo que no sale al aire, sino de lo que está en el aire. Ese aire que respiramos juntos y nos hace tan bien. La humildad del entrevistado se minimiza en confesiones de ladroncillo literario. Duelarse, dice. El escritor, el actor, el músico, el abogado, el padre, el novio, el H.I.J.O.S., el amigo que nos hicimos, sin darnos cuenta, siendo.

Escribe otra oyente: Siempre la noche es mi amiga, porque me entrego en sus brazos y la bendición del sueño me alcanza totalmente. Pero esta noche no es así, me he despertado pensando en lo que oí en el programa de hoy. Esa radio a través de la cual escucho a cuatro jóvenes abogados hablar de literatura y temas que van más allá de lo común, que me hace bien, pensando que todavía hay quién posee el don de estar más allá de todo lo material. Tuvieron la idea de entrevistar a uno de los integrantes. No se si sorpresivamente, pero Lionel fue la víctima. Me enteré allí que escribe poesía, lo que promovió en mí una simpatía inicial. En algún momento del reportaje confesó que en su mundo literario hay palabras que son producto de un hurto y así llanamente lo dijo. Cometió robos, muchas veces, robó palabras…Confesar así la delincuencia sonó muy osado. No lo conozco, ni he leído sus escritos ni sus poesías, solamente escuché las que eligieron para leer durante el programa. Pero, medito en esa realidad y, como señora de la Justicia, con mis brazos sosteniendo los dos platillos coloco en ellos “ese hurto” y, si, es verdad. Busco en mi desordenada sucesión de libros a Don Quijote y hago la misma prueba….y también se inclina el platillo y me conformo con ello. Busco otro autor y no se salva ni siquiera mi amado Tabucchi y así una serie de literatos y el resultado es el mismo. Entonces pienso que las palabras no tienen dueño y, o todos hurtamos o nadie roba nada (en literatura) pero no, palabras porque están ahí. Sólo el usarlas de un modo u otro hace que suenen diferentes y que sean lo que son. Por lo tanto, ya tranquila, vuelvo a la cama a dormir, no sin antes pensar en Lionel y como señora de la Justicia decirle: - Ergo, te absolvo.. “Vitan impedere vero” Susana.

V
Stapledon y Juan Raro, Tomás Moro y su Utopía, Silo y La ciudad Atlántida. Nosotros también, intentamos crear una Isla.
En los años sesenta los Siloístas pensaron viajar a la Isla de Pascua y crear un mundo nuevo, una nueva vida. Lemuria la llamaron. Asaltarían por sorpresa la isla y se reproducirían junto a los nativos y crearían una nueva especie. Un nuevo ser, bueno en esencia, con ideales puros y una vida despojada de materialismo y destrucción.
Eso, trasladado a nuestro mundo occidental y cristiano, es lo que intentamos día a día en nuestros propios ámbitos. “Tarde o temprano todos buscamos salir del cotidiano opresivo, para que los demás ingresen al nuevo jardín y entiendan la forma de nuestra felicidad” (Michelle Houellebecq La posibilidad de una Isla)
Hay un fantasma que recorre los pasillos de las oficinas, ese fantasma es el de los hacedores de islas…”. Las islas existen. Quizás sean imperceptibles para algunos. No para otros. Estos últimos suelen disfrutarlas con ese placer de sentirse a gusto con los logros obtenidos a través de la propia modestia. Claro, después de tanto tiempo de elaboración y esfuerzo, no hay otra posibilidad que la de recostarse en ese lecho de laureles y flores; y descansar, descansar de toda esa abulia generada por miles y miles de papeles cosidos con piolín, hojas membretes, uso oficial, firma y sello, su despacho, será justicia, me dirijo a usted, que vengo por el presente, etc., etc. Si tenemos que describir las características de una isla y compararla, hacer metáfora para entendernos mejor; yo diría que una isla es como un respirador artificial para evitar la asfixia (según Piglia), un oasis en el desierto (metáfora gastada si las hay), un claro en la tormenta o un páramo en el medio de la ciénaga. El problema no es definir una isla, sino construirla, darle vida y mantenerla. Y para eso se necesitará tiempo (factor cronológico), luego candor (factor estoicismo) A nosotros nos interesará construir una isla en un ámbito específico; no en cualquier ámbito. La Justicia.
Hubo grandes escritores argentinos que además, dedicaron o dedican su vida cotidiana a impartir justicia. Alguno ya no está, pero nos dejó su legado para, a su manera, seguir presente entre nosotros e inmortalizarse a través de sus personajes de ficción. Juan Filloy, Héctor Tizón, César Bustos y a tantos otros que deben existir y nosotros no hemos tenido aún el gusto de conocerlos.
Hablábamos de los oficinistas grises, de aquellos miembros permanentes de la máquina monstruosa que acatan su régimen cotidiano de trabajo, sin distracciones, sin discusiones, moviendo las poleas del sistema que le viene dado, convalidándolo todo, sumidos en la inercia de tener respuestas tasadas ante preguntas tasadas, formularios para volcar, recortar y amoldar.
Ya está todo resuelto. En esa tarea de oscuro oficinista autómata, queda de repente atrapado en un especie de desasosiego, una insensibilidad repetidora que asume la actitud y la característica de la banalidad: problemas reales, complejos y delicados como: el dolor de los demás, cierta humanidad de mengano o el conflicto de fulano, pasan por la línea de montaje de esa picadora de carne manejada por miles de oscuros oficinistas, que luego pases y contrapases, lo devuelven al mundo como un paquetito en serie, un envoltorio cosificado, una pequeña solución final.
Los oscuros oficinistas no son seres monstruosos, son simplemente grises por obediencia debida. Seres comunes y corrientes que por el lugar que ocupan y por la repetición de sus actos olvidan la dimensión humana de lo que tienen enfrente. La banalidad en sus actos es lo simplemente: monstruoso.
Lo banal es lo cotidiano, lo que nadie ya discute porque es el trasuntar de todos los días. Todos los días ese oscuro oficinista aprieta el mismo botón, sin saber quién le dio alguna vez la orden, nunca sabe que pasó después de apretar el botón, porque esa es una instancia que a ese oscuro oficinista no le corresponde. Esa es la pequeña solución final.
Hay una abundante bibliografía que da cuenta que las atrocidades más grandes del siglo veinte, las grandes soluciones finales han sido el producto de esta racionalidad de la que hablamos, de esta banalidad de hombres y engranajes. Que los horrores más terribles de ese siglo han sido el producto de aquello que Kafka vaticinó con el título de sus novelas: El Proceso y El Castillo.
Pero qué ocurre cuando se produce un bloqueo, qué ocurre cuando en esas mismas estructuras históricas de pases y contrapases, de pronto, de manera no prevista, se produce una interrupción. Qué ocurre cuando alguien, sin hacer una revolución, logra que los procesos de banalidad salgan de su lógica. Qué ocurre cuando la imaginación artística o la sensibilidad de algún colorido oficinista que se coló por alguna puerta, se introduce lentamente en ese imaginario para hacerle zancadillas, para transformarlo de manera sutil en una respuesta que tenga en cuenta la dimensión de lo humano.
Existen oficinistas grises y también coloridos. Porqué no intuir que existen Magistrados grises y coloridos. Magistrados de la banalidad y Magistrados con humanidad. Magistrados con un imaginario de la obediencia debida y Magistrados de riesgo. Magistrados con imaginario obsolescente y Magistrados con imaginario artístico. El origen de donde salga una decisión, una convicción que se plasma en una sentencia, será aquello que distinga a uno y a otro Magistrado.
El arte de la Magistratura es un imaginario no convalidante, un imaginario que revisa todas las instancias anteriores de un proceso judicial como si estuvieran provistas de un error. “Dar a cada uno lo suyo” bajo un juicio poético, no es quedarse en las nubes de Úbeda, es afirmar un sentimiento de intimidad axiológico, que involucra “al otro” en sus circunstancias. Es un respeto por la alteridad.
El que tiene la suerte de ser juzgado por un poeta, tiene la suerte de no ser capturado por una pequeña solución final de la racionalidad burocrática de siempre. Tiene la suerte de ser juzgado por alguien que todavía apuesta a la ficción, a la creación, y sólo por eso, tiene la garantía de estar en manos de alguien con un profundo sentido de la responsabilidad. Compromiso apasionado ante cualquier porción de realidad.
Magistratura y Poesía. Parece ridículo, parece antagónico, pero no lo es. El lugar de la lírica puede ser también el lugar de la justicia, de la proporción, de la equivalencia y la armonía. El ars poética y el ars justitia. La expresión artística y el sentimiento axiológico han ido de la mano en muchos momentos de la historia. La Biblia afirma que mejores jueces han sido los mejores poetas. Ocurre que la mayoría se deja llevar por los formalismos banales y se pierde la poesía, se pierde la mística de las palabras y también el riesgo de las convicciones.
Cuenta el escritor Macedonio Fernández que en el pueblo en el que vivía no había Juez de Paz, siendo que él era abogado, le fue encomendada tan digna tarea. A medida que iba pasando el tiempo Macedonio se daba cuenta que no valía la pena perseguir vagos, prostitutas, borrachos y maleantes, que él no estaba para ese indigno trabajo. Más vale ganar ese tiempo, decía, escribiendo novelas y obras de teatro en su despacho, que perderlo en el aburrimiento de estampar firmas y sellos sobre causas de pobre gente. Y así pasaba las tardes leyendo y escribiendo, mientras las cárceles del pueblo que siempre habían estado llenas, ahora estaban vacías. Macedonio nos cuenta que las denuncias y sumarios se iban acumulando para siempre en su despacho, y de ese modo se acabaron los problemas en el pueblo.
El Juez Oliver Wendell Holmes escribió alguna vez, que “los jueces al dictar sentencia no hacen sumas, sino que pintan un cuadro”.
Siempre habrá jueces. Habrá jueces grises y pero también habrá otros coloridos. Nosotros creemos que los mejores, aún creen en la poesía.


VI
Acaso los astros se habrán alineado para que las fuerzas celestes permitan esta sintonía común. De donde sale esa magia que descubre y permite que Stapledon, Silo, Hugo Sánchez, Tizón, Don Juan de las siete Letras, los fantasmas capturados por Elena, Jacobo, Oliverio y Melenique se sienten en la misma mesa a tomar vino y escuchan collar de perlas puntualmente, todos los jueves por las noches.
Y por los parlantes, que son nuestros oídos y nuestras voces alternativa o simultáneamente hablan ellos mismos a través de nosotros.
O somos nosotros que hablamos de nosotros a través de ellos, mirándonos a nosotros mismos pero con la cara del otro.
De pronto pienso algo y eso es parte de la historia del otro y sin querer estoy formando parte de su historia, que se transforma en la mía o en la de los cuatro.
Que habrá detrás de toda esta confabulación astrológica que nos arrastra a indagar en los misterios, a reírnos de nuestras propias carencias y a construir nuestra Lemuria dentro de la pecera que, en vez de agua, se llena de éter.
Cuántas emociones compartidas para seguir engarzando cada una de estas perlas en el collar que nos enlaza.
Y detrás de la magia de Lionel aparece la sensibilidad poética-periodística de Abelardo que, programa tras programa, inagura con sus diez renglones que resumen cien años de historia y una referencia en forma de editorial del programa diario. Más atrás, condenado al rincón más lejano del micrófono por tener la voz tan potente, asoma el guardián de tez oscura. El mismo que intentó cuidar nuestra soberanía, allá hace 25 años en las islas perdidas en el Atlántico, por imposición superior. Pero allí fue y de allí volvió. Volvió para seguir batallando, ya no contra el invasor sino ahora contra las formas deformadas, contra la ética que no está y contra la falta de idoneidad de aquellos que ocupan lugares de privilegio en la casa de la injusticia.
Por que la verdad la sabemos todos, pero, o algunos no la quiere ver, o no se animan a decirla, tal vez por las consecuencias, tal vez por pura hipocresía.
Y Abelardo se ríe y lo carga. Lo carga por que al ser en la otra vida, fuera de Lemuria el representante de la vindicta pública, lo tilda de vigilante, le dice el de la gorra. Por que en realidad nos podemos reír y podemos decir muchas cosas y a la vez formar nuestra propia isla de fantasía, pues ningún de los tres restantes tiene poder de decisión. La pregunta animal, va dirigida a los niveles superiores, aquellos que con su firma mandan a guardar al pobre diablo que se robó una gallina o dejan en la calle al caníbal que se comió al dueño de la gallina.
Así como los artistas se aferran a sus ideales sensoriales, nosotros nos aferramos a su valor, a su humor tan negro como el color de su piel y a su vale la pena. Hoy me saco el sombrero y saludo a mis cofrades a quienes respeto y admiro con un aplauso cerrado para el de la gorra.
Salud a Don Negro ó la perla negra de este collar.

VII
A medida que iban pasando los programas, dentro nuestro algo iba cambiando. Como si fuera aflorando una faceta de cada uno que necesitaba ser incentivada o motivada para que tuviera su espacio de desarrollo. Claro que en algunos más que en otros. Lionel y don Negro habían tenido, de distintas maneras, espacios en donde ya se habían expresado. Abelardo y yo empezábamos a liberar ciertas aristas aún no explotadas. Nos juntábamos, previo a las audiciones, un poco más temprano que lo demás y nos dábamos un perfil de coraje. Un poco arengándonos y otro poco con la ayuda de una cerveza. Lo cierto que esos minutos previos nos servían para acomodar nuestras ideas y manifestarnos, en la intimidad, como en un ensayo general.
Esas previas tuvieron sus frutos afectivos y literarios. Comenzamos una amistad diferente y una complicidad epistolar, con la ayuda de los ordenadores y las bandas anchas.
Abelardo padecía de su corazón y ello lo mantuvo distante de las reuniones pero también distante de sí mismo, pues había entrado en un bajón depresivo. Yo sentía que lo del programa lograba desestabilizarlo emocionalmente, o mejor dicho, estabilizarlo, de ese mal estar que le provocaba su padecimiento. Por un momento se olvidaba de sus limitaciones físicas y las posibles consecuencias futuras de sus fibrilaciones, entonces en la intimidad de la correspondencia, esa que nos permite decir las cosas más intimas que pensamos pues la vergüenza a veces nos limita en el cara a cara. Entonces le metía fichas sobre la necesidad de su presencia, al menos en las reuniones y ni hablar de sus aportes.
El ciber espacio pasó a ser nuestro lugar común de confidencias.
Primera tanda

Asunto: SALVEN A LOS FIBRILATORS
-Querido Abelardo: La organización humanitaria sin fines de Lucro Collar de Perlas Verde ha iniciado una campaña humanoide para salvar a una rara especie en extinción: El Fibrilator, una especie de súper héroe ochentista. Así como lo escucha. Junto con el Megalosaurus, el Spinosaurus y el Triceratops, especies de entre 9 y 12 mts. De largo, que han ido desapareciendo en las distintas etapas de la era terrestre, esta especie de súper h. –mezcla rara de ovalado burgués local con sensible estudiante del interior, que los años han curtido y permitido deambular por los más diversos ambientes, políticos y sociales, conocido la miseria humana y unos cuantos humanos miserables, llevaron a que se formara este mamífero, poliorgásmico tan valorado entre las más preciadas feminoides de la misma especie, pareciera que quiera seguir la misma suerte de ellos. A esta altura de la suaré, cuando lo más preciado que nos queda es disfrutar un rico asado, un buen vino y las risas de una amena o disparatada charla entre amigos, no permitamos que una coyuntural circunstancia anímica, movida por efecto de algunos latidos desentonados, sumado a los efectos de la química no alucinógena y limitaciones propias de la dolencia, opaquen y desanimen a esta esplendorosa especie que supo brillar en los distintos ámbitos. En representación los integrantes del Collar, ejerciendo el mandato del directorio, rescatarlo e integrarlo a este momento maravilloso que comenzó en marzo de 2004 y que pretende seguir dentro y fuera de la pecera, en un bar, una quinta o un despacho judicial. Filmus.

Asunto: EL POLIORGASMICO AGRADECE
-Qué grande! un maestro. Muchas gracias por recordarme, se que también lo hicieron en el asadito (se comieron una vaca cruda...), además usted hace una descripción de mi persona tan elegante y enorme, no se le escapa nada, bueno lo conocí tranquilo pero obsesivo, es coherente. No se preocupen, ya el 22 tengo turno con un clínico y vamos a ver que hace con fibrilator. Me siento bastante bajoneado, pero de a poco voy a salir, no tengo pensado atravesar por una noche de alcohol y barbitúricos, no tengo armas, el gas no lo pago y los cuchillos de Toledo ya no cortan. Así que en cualquier momento arranco nuevamente, como cuando Adán la vio a Eva, fea pero... Un abrazo, luego lo visito y gracias.
Abelardo.


A la ausencia del asado se sumaron otras ausencias, entonces el amigo insiste en recuperar al amigo.

Asunto: ESTRECHAR VINCULOS
-Querido Abelardo: ¿Donde anda la parte sensible del estudiante del interior?. Andamos buscando ese ser tan querido y no lo podemos encontrar. El 75% del Staff de collar, busca su 25% restante pues pronto arranca la programación. Nos hemos estado viendo y le falta una pata a la mesa. El miércoles nos juntamos a cenar para organizar el inicio de programación. Léase el cuento de Fernández que nos dio el Negro y la historia de los Colores como para tener tema de diálogo. Ese, junto con una poesía del Ex com. Miguel Piaggio y alguna otra perla serán el contenido del programa, más presentaciones varias, auspiciantes y charla de amigos (lo mejor). Espero pronta recuperación anímica y no olvidar que el corazón es sólo un músculo. Con reposo y algún analgésico salimos siempre adelante. De eso se trata, tratemos que Collar sea un canal de estímulo. Le mando un abrazo y espero noticias.
Filmus.

Asunto: CLARO QUE SI
-Hola amigo Filmus! Usted tiene un raro vínculo conmigo (o sinmigo, recordando reciente muerte), acabo de llegar del laboratorio con mis análisis y han dado bastante bien, con lo cual mañana veré a mi médico y seguramente mutarán de droga y entonces renacerá cual “ave fénix” su querido poliorgásmico porque de lo contrario a esta edad y con esa medicación juntar el deseo con la erección es una ardua tarea no recomendable y mucho menos deseable. Digo raro vínculo porque llego contento y encuentro su mail y eso me alegra más todavía. No ando bien, pero ahora mejor. Ni Serrat me alegró el jueves pasado, a pesar que ese hombre supo amontonar gente interesante. No se si sabe que yo le tengo un poco de miedo a las reivindicaciones colectivas, por la historia vio, gritar todos juntos en la plaza pública tiene sus bemoles según quien sea el interlocutor de turno, porque así como algunas veces Perón ofreció respuestas a genéricos pedidos, también otro General nos mandó a una guerra de mierda y bueno, así sucesivamente. Le cuento que, para contrarrestar el bajón que causa mi hija mayor estudiando en la UCA, me compré El Corán y he iniciado mi conversión al Islam, ya he encontrado algunas perlas interesantes en dicho libro. Honestamente no leí todavía los textos que enviara la producción de “collar”, pero lo voy a hacer, espero que entre los colores esté el gris, para ver que ocurre con los funcionarios de ese color que pululan en el palacio tribunalicio, con esa característica obtusa que también los identifica. De todos modos estará en la cena este 25% con el que ustedes me honraran y si la mesa se mueve no será porque le falte una pata, sino por el vino o su cerveza. Un abrazo y gracias por acordarse.
Abelardo
Así, y gracias al estímulo epistolario, Abelardo comienza a abrir su cofre de escrituras y, consultando al amigo sobre los niños de la calle, realiza su propia interpretación de la calle, los semáforos y el programa por venir.
Cada semáforo, desde hace un tiempo, hace que me detenga más allá de la luz roja, en otra luz terriblemente roja. Es la de observar con más detenimiento que antes, a mimos, malabaristas, chicos chiquititos a veces demasiado, señoras en silla de ruedas, mujer grande con varios chicos en la rotonda de la fuente, quien cuando comenzó a trabajar allí apenas rondaba los 6 o 7 años, y todo cuanto otro semáforo de la ciudad nos detenga con esa luz terriblemente roja.
Es que justo en ese momento uno puede ver de todo, a veces, cosas muy asquerosas (hombres y mujeres sacando pan del horno, apretando barritos mientras lo observa en el espejo retrovisor, etc), en otras oportunidades discusiones, música al mango que nos aturde a pesar de los metros y a mi últimamente, se me ha dado por observar a vehículos caros, por sobre todas las cosas caros, casi siempre cubiertos con vidrios polarizados, donde si bien no se aprecian los detalles relatados (no es que no ocurran, no?), no dejan de mostrar ciertas actitudes.
Llaman la atención esas F-100 modernas sobre todo, con brújula, termómetro, que se yo cuantas cosas mas, -eso si, nadie puede explicar que accidente geográfico de esta ciudad justifica su tenencia-, están muy limpias, con lo cual al campo no van, médanos no hay y montañas, no he visto. Cada vez más anchas, mas altas y más largas, con seguridad psicológica el problema es de índole sexual sin recurrir a don Segismundo.
Se detienen como todo el mundo y allí es cuando aparecen los personajes enumerados en el primer párrafo, que trabajan de eso, podemos sumar al que nos da la estampita de San Cayetano, vendedores de cualquier cosa, como en botica: de todo, pero por sobre todas las cosas malabaristas de la vida en todos sus aspectos, lo que los torna mas artistas todavía.
Entonces la sorpresa, ¿quién les da una moneda?, o les deja ropa que ya no usa, o comida o algo que digan necesitar. Los vidrios polarizados ni siquiera se bajan, de esas camionetas menos, pero por suerte sí desde un viejo Dodge 1500 o un Dunita ¿cómo puede ser?, aunque no puedo dejar de reconocer alguna excepción por supuesto, un día de estos tenemos que volver al llamado a la solidaridad humana de la TV, ¿no es cierto?
Sin embargo creo existen algunas personas dispuestas a sacrificar algo para que las cosas sean de otro modo. Cosa que ocurre cuando nos damos cuenta que si no fuimos malabaristas, lo somos o podemos llegar a serlo.

Así como estas escrituras, fueron poco a poco apareciendo otras que Abelardo, insisto, en la intimidad epistolar, se permitía compartir conmigo. Algunas fueron utilizadas en algún programa que les cupiera, otras, simplemente guardadas entre las cosas que les doy valor afectivo o literario. O ambas cosas.


VIII
Cómo retratar las fechas que el calendario indica inolvidables para el ser nacional sin caer en lugares comunes ni apartarnos de la línea del programa. Presentar el programa sin hacer mención a hechos trascendentes de la historia reciente sería ingrato. Sobre todo, siendo un programa semanal. A ello, debía seguirle una temática literaria no siempre acorde a las celebraciones patrias.
Recurrimos a todo el oficio periodístico de Abelardo quien cargó sobre sus anchas espaldas con las introducciones, mal llamadas por nosotros, editoriales.
Para el 24 de marzo, un poco por azar, un poco por elección, se nos ocurrió hablar de literatura fantástica. Lovecraft, Poe y Felisberto Hernández. Así comenzó el programa:

“UNA DE MIEDO”
Faltó explicar sobre qué tipo de miedo había que hacerlo, porque una cosa es la ficción creada por estos grandes maestros, ahí si veíamos o leíamos “una de miedo” y otra muy diferente, es la “no ficción” creada el 24 de marzo de 1976, que debe recordarse el sábado que viene.
Y sí, debe recordarse, es una obligación, precisamente para que no volvamos a tener “nunca mas” tanto miedo, porque estos creadores realmente fueron de temer.
Algunos dicen que el antónimo del olvido no es la memoria, sino la Justicia (Reflexiones de Yosef Yerushalmi) y nosotros pensamos con todo respeto, que en este caso, la Justicia es precisamente “la memoria”; la desaparición de Julio López es un hecho que termina con los límites de aquel pasado y el más estricto presente.
Celebramos también que el aniversario del golpe, forme parte del calendario escolar, para continuar aprendiendo y saber qué pasó, porque “la verdad, cuya madre es la historia, émula del tiempo, depósito de las acciones, testigo de lo pasado, ejemplo y aviso de lo presente, advertencia de lo por venir” (Don Quijote, primera parte, capítulo IX), es lo mejor que podemos dejar en la sociedad.
Por aquello de no poder cambiar el pasado, pero si, el futuro que puede ser otra historia.
Sin embargo, como el miedo es una de las emociones que movilizan a los seres humanos, la esperanza es una de las fuerzas que lo impulsan a seguir, sobre todo la “esperanza insobornable” de la que hablaba un gran escritor en “Ese hombre y otros papeles personales”; qué paradoja, con esa esperanza insobornable él no tenía miedo, al contrario, decía que el “terror se basa en la incomunicación” y depositó entonces en esos viejos buzones rojos su aterradoramente lúcida “Carta abierta de un escritor a la Junta Militar” y después, el 25 de marzo de 1977 un grupo de tareas lo emboscó y asesinó a balazos.
El domingo se cumplen 30 años sin Rodolfo Walsh y fue él quien creó el género de no ficción con Operación Masacre, no fue Capote con su A sangre fría, que vino después, y el nuevo periodismo de investigación no nace con el caso Watergate, sino con la investigación a esos fusilamientos ocurridos en José León Suarez y en ¿Quién mató a Rosendo? y por último su “Carta…” donde luego de investigar, denunció desapariciones, surgimiento de centros clandestinos de detención, la pérdida de derechos y de su hija, y todo porque vivió con esa esperanza insobornable y sin miedos.
Claro porque, ante una pluma tan filosa… esta vez, como otras tantas, el miedo lo tuvieron ellos.
Él ya no existe pero no hay que dejar que se muera.
Así fue Collar de marzo. Entramos en la literatura fantástica de la mano de Edgar Alan Poe sin dejar de recordar lo fantástico de nuestra historia, y no en el sentido de hermoso ni de fantasía, sino de imposible de creer.

Llegó abril y con abril hay algo muy especial. El Negro estuvo en Malvinas y es un tema inevitable entre nosotros. Como hacerlo sin golpes bajos ni sin amarillismos. Cómo relacionar la historia con la literatura y con los personajes de la historia que forman parte de este programa. Allí, nuevamente, contamos con la grandeza de Abelardo. El piano en la cortina musical comenzó a sonar y tras los acordes de Jarrett sobre el ébano y marfil, las voz Bukoskiana de Abelardo saludaba a nuestros héroes.

GRACIAS SOLDADOS
Parece mentira, siempre estamos reescribiendo la historia.
Todo comenzó con Esteban Echeverría y “El matadero”, allí moríamos por ser unitarios o federales. Después Alberdi y Sarmiento no hace falta recordar aquí sus “cartas”, radicales y conservadores, radicales y peronistas; hasta en la literatura Florida y Boedo, en el fútbol, etc. y no sé cuánto falta enumerar.
Un buen día, una de tantas revoluciones y un par de fusilados. Ya grandes, casi habíamos sido una potencia mundial, pero otra vez “El matadero”. Se dice que influenció la revolución Cubana. Lo cierto es que comenzamos a ver grupos armados, unos de derecha y otros de izquierda y seguía pasando el tiempo. En el 73 una matanza en Ezeiza, todavía no sabemos cuántos murieron.
En otra oportunidad, hace 31 años, otra revolución, esta vez para ordenar, fundamentalmente…, costó 30.000 desaparecidos sin juicio previo, por supuesto. Eso si, todos argentinos.
Este fue el mismo proceso que para seguir derramando sangre, inventó la guerra más absurda de la historia, y allí murieron miles de soldados que no eran tales por su culpa, sin entrenamiento, con mucho frío y sin ropa adecuada, sin la tecnología, sin planificar una guerra contra una potencia que tenía como aliados a nuestros propios vecinos. Murieron miles, otros están muertos en vida, sin contar los suicidios, porque Sres. Generales una guerra no es jugar a los soldaditos.
Esta vez El Matadero se reescribió contra otra Nación, con nuestros “Pichis” como maravillosamente los describe Fogwill, que trataron de sobrevivir como sea.
Pero estos “Pichis” en la guerra, lamentablemente hoy son “Héroes Nacionales”, y digo lamentablemente porque no es una guerra lo que los tiene que transformar en héroes, pero gracias a esa guerra, iniciada al calor de un vaso de whisky, sin patriotismo alguno que es lo que toda la vida nos refregaron y con intenciones de quedarse para siempre, nos liberamos de esa dictadura que sin duda hubiese seguido matando mas gente, quizás mas que en la guerra misma, porque a lo mejor todavía estaban acá en el poder, reescribiendo El Matadero.
La frase que mejor encaja para cerrar, es la de la abuela: “no hay mal que por bien no venga”, porque en una guerra nadie gana nada, pero en esta Negro, ustedes nos dieron la posibilidad de ganar a todos, si estos tipos se fueron a la casa, es porque todos ganamos. Gracias soldado.

Para esa época, frente a la gobernación, algunos ex suboficiales y tal vez ex oficiales, pretendían obtener de parte del gobierno, algún reconocimiento, en términos económicos, a su participación en la Guerra. Pero claro, la gente realmente no sabe la diferencia entre ex combatiente (colimba) y militar (oficial o sub oficial) de carrera, por elección.
Collar, en su crónica, no podía estar al margen de los acontecimientos y, a través de Abelardo, nuevamente, le dedicamos un espacio para que quede claro, que no son lo mismo.
DE QUÉ SE QUEJAN
Nosotros dijimos el jueves pasado que el Negro y el resto de los soldados fueron HEROES NACIONALES. No es que hoy vayamos cambiar el concepto, ni mucho menos, ellos no perdieron aquella guerra, y nos salvaron de esa sangrienta dictadura.
Pero si alguien pasa en estos días por Plaza San Martín, va a encontrar a sub oficiales y oficiales de aquella guerra, reclamando esto o aquello; derecho que nuestra Constitución siempre permite: reclamar, es decir están en todo su derecho. Eso sí, que quede claro, ellos, los que mandaban perdieron esa guerra. ¿Por qué? Ellos estaban preparados, son oficiales de carrera, sabían porqué daban las órdenes, o al menos eso pensábamos nosotros, y claro, los soldados.
Sin embargo, no debemos confundir a esos cuadros superiores, con los verdaderos soldados, aquellos que tuvieron frío, hambre, embarrados, mojados, como nuestro Negro para quien llovió todos los días. Aunque conversando con otros soldados algunos dicen que hubo días de Sol, vaya a saber uno como de mojado estaría este Negro que cuando salió el Sol, no lo pudo ver y entonces para él llovió todos los días.
Pero los oficiales, dormían calentitos, comían (a ellos las comida les llegaba), se bañaban y tenían tiempo para torturas (un clásico castrense), estaquear a cielo abierto, porque de tanto hambre por ahí mataban una oveja o cualquier otra falta menor, o 100 de brazos! 200 saltos de rana! carrera mar!, para defender la patria hay que ser una pelotita de nervios y no un pelotudo nervioso! Tagarna! Y siempre al final no les puede faltar: ¡CARAJO!, debe entenderse esto como un argumento para motivar al soldado, por supuesto, es muy importante la motivación.
No pueden explicar esto, tampoco la estrategia de guerra y mucho menos hombría de bien.
Se puede acreditar en cualquier momento, cuando se revisan documentos fotográficos, y vemos la cara de nuestros soldados, con frío de allá, no el de acá; con hambre, mojados y sucios así se ven los soldados y a los otros, los oficiales de otra manera.
La idea más acabada de esto es la foto del General Menéndez, vestido elegantemente para una guerra perdida por él y sus cómplices y con aspecto de estar listo para un programa televisivo, rindiéndose ante un general inglés que se nota en sus ropas que recién llegaba del combate.
Mejor tratados como prisioneros de guerra que por nuestros jefes.
Está todo dicho, ¿No?.

Esto que parece ciencia ficción, porque resulta difícil explicarlo sin caer en absurdos o sinsentidos, fue complementado con el más grande de la Ficción científica. Don Jules Verne. Viajamos alrededor de la tierra, al centro de la tierra, de la tierra a la luna y también, por debajo del océano.
No podía ser de otra manera. Nuestra historia tiene tanto de ficción como de fantástico. Lo más triste de todo es que no es cuento, ni novela, aquí muere gente de verdad.

IX
Con mayo vino el cabildo abierto y la revolución. Patria y literatura. Cómo se relacionan. A continuación uno se preguntará: ¿Qué es el patriotismo, qué es la patria? Cada uno tendrá una explicación diferente. Y cada uno explicará a los suyos de la manera más ocurrente, como ésta, que también se le ocurrió a Abelardo, editorialista responsable del programa, para presentar el 25 de mayo.

REDACCION TEMA: LA PLAZA
Es que hace poco visité LA PLAZA con mi familia, entre paréntesis, una muy buena idea, porque las mas grandes, ya conocen la historia y a la chiquitita se la contamos entre todos, mientras ella le daba de comer a las palomas.
No podíamos diferenciarnos tanto en aquello que por allí había pasado; desde aquél 25 de mayo en que todavía esto era España y el pueblo se reunió para “ver de que se trataba”, y seis años después, declaramos nuestra independencia; pero todo comenzó en LA PLAZA.
Hasta hoy intentamos recorrer lo mas trascendental de toda nuestra historia; el Cabildo la máxima autoridad durante años, la Catedral, el Banco de la Nación, la Casa Rosada sede del Gobierno Nacional, antes el Fuerte de Buenos Aires.
Allí en sus balcones prestó juramento el primer gobierno de facto de nuestra historia, ante una plaza colmada; quizás nos detuvimos mas en aquél 17 de octubre del mismo año; hablamos del bombardeo sobre La Plaza en junio de 1955; en marzo de 1982 una gran marcha intentó ocuparla, pero la dictadura lo impidió a palazos, nos angustiamos ante el recuerdo de que allí festejamos la ocurrencia que organizó el Sargento Sanders el 2 de abril, el mismo que unos días antes nos había pegado; el regreso a la democracia nos devolvió la alegría; llegamos a la Semana Santa mas famosa de la historia donde pareció que todo estaba en orden, y mientras tanto la más chiquita seguía con las palomas y preguntando porque era rosa.
Le dijimos que fue una decisión de un ex presidente Domingo Faustino Sarmiento, que luego estudiaría en la escuela y listo.
Finalmente dejó de lado las palomas y las preguntas, para ponerse a raspar las baldosas que tenían un dibujo blanco, pensando que se podía claro, a mamá casi se le escapa un reto, arrepintiéndose rápidamente; para sentarse con ella en uno de esos bancos frente a una de las fuentes y contarle que querían decir esos dibujos.
Ella no sabía por supuesto. Cómo conocería que un 30 de abril en plena y feroz dictadura, a una tal Azucena junto con otras, se les ocurrió comenzar a dar vueltas a esa pirámide que está en el lugar de la fundación de la ciudad, con el fin de reclamar la presencia de sus hijos desaparecidos, es decir, para volver a preguntar “de qué se trataba”.
Y ya pasaron treinta años de esto, de lo que fue la protesta y reclamo mas pacífico de la historia.
Intentaron desalojarlas pero resistieron; y la única forma que encontraron para terminar con esto, fue retirándose ellos.
Dicen que cuando los chicos dejan de preguntar, es porque entendieron lo que se les contó y parece que así fue.
Dejó de raspar los pañuelos blancos dibujados en las baldosas de LA PLAZA y la chiquita volvió con las palomas.
Y todo sucedió en el mismo lugar.
Mañana se cumplen 197 años de aquél 25 de mayo de 1810, como decía el Sarmiento de Enrique Muiño en esa vieja película que me llevaron a ver los abuelos “...es el día en que cumple años la patria...” y LA PLAZA, esa cajita donde se guardan todos esos años, testigo privilegiada de hechos gloriosos y otros desgraciados, que con toda su historia no debería pisarse mas, y sí apoyarnos sobre ella, a ver si la chiquita un día inventa alguna travesura de locos bajitos y logra su cometido.

Inmediatamente comenzó la antinomia: San Martín o Belgrano. Militares o Civiles. Quiénes fueron más patriotas o quiénes fueron los verdaderos patriotas de nuestra historia. En este país y sobretodo en la escuela nos enseñaban que los patriotas, los próceres, generalmente fueron los militares. Sin embargo, ¿qué concepto de patriotismo uno debe tener para valorar a quienes desde su lugar han hecho algo por el país, la Nación o la Patria?
Si son todas abstracciones intangibles. Metáforas que pretenden establecer límites territoriales o batallas ganadas en pos de la libertad, cuando la libertad, la patria y el patriotismo están, a mi entender, en esas pequeñas cosas que hacen grandes a los verdaderos próceres de nuestra historia.

X
La recuperación anímica de Abelardo iba tomada de la mano con su producción literaria y también nuestra relación epistolar. Para el programa, las mejores editoriales, para nuestra relación, una imaginación sin límites.
Así nacieron cuentos cortos y no tanto, como sueños tan reales, a pesar de vivirlos dormidos. Entre nosotros aparece la imagen de una Diosa Maorí, Ella. Creada por la imaginación o el deseo.

Segunda tanda.

Asunto: RESPUESTA IMPEDIDA.
-Estimado Ministro: Usted sabe que justo en este momento, no puedo hablarle de Ella, su compañera porque estoy con Rita, pero ni bien se vaya arranco con sumo interés. He conseguido el cuento más corto que se ha escrito en la literatura universal y dice así: "Cuando desperté el dinosaurio no estaba allí". By Monterroso. Bueno cenaremos, tomaremos vinos y usted se imagina... a dormir la mona y mañana a leer todos los suplementos de cultura para collar de perlas, un abrazo. Abelardo

Sin embargo, Abelardo sigue en sueños creando literatura.

Asunto: CORAZON MUSICAL:
-Estimado Filmus: Usted tiene que saber "qué tengo para Ella", y no se apresure a pensar tan mal. Sucede que durante mi internación, los facultativos me han diagnosticado algo maravilloso, y por supuesto para quien va a ser, si no es para Ella. Olvidé contarle que mientras me auscultaban mi prolapso en la válvula mitral, para diferenciarlo del prolapso que se escucha en el personal femenino, la Dra. Marisol Galmarini dijo "...es armonioso y musical..." yo lagrimeaba usted se imagina, qué mejor regalo para Ella que mi corazón con semejantes calificativos. Bueno como cuando Ella ingresa perdemos la razón, olvidé contárselo.

SALVEN LA VALVULA MITRAL
-Querido amante del Valet: Me preocupa sobremanera el estado de esa válvula, devenida en molinete de subte en hora pico, luego que "Ella", con esa voz sensual que dispara por el teléfono, evaluara su editorial de ayer. Me dijo además, que si ese contenido de fantástico texto hubiera sido leído por Ud. se desmayaba. Con esa voz y esa forma de decir las cosas, prosiguió, mata a cualquiera y, si además a esa voz le pone poesía-periodística, se torna irresistible. Le confieso que me está dando un poco de celos. Para ser sincero, que creo es la base de las relaciones, me hubiese gustado que dijera -al menos- que se la leí lindo. Pero no, se limitó a decir lo que acabo de decir. En fin, me conformaré con conocer a la Dra. Marisol Galmarini a ver si ella encuentra en mi valvulita Mitral algo de música o armonía. Filmus

Asunto: PRIMERO LO PRIMERO, SIN POLUCIONES PERO….
Querido Filmus: Tanto hablar de ELLA (SÍ, CON MAYÚSCULAS), y cuando pensé que todo era una broma (ya lo imagino como queriendo saltear líneas), me acosté plácidamente (sin arritmia), me dormí y claro usted está pensando correctamente, desperté como cuando era joven, increíble. Se que fuí un gran acelerador de pubertades, revertí menopausias y causé orgasmos en plantas, animales y todo tipo de electrodomésticos, pero me sorprendí porque hace rato que estoy retirado y ahora había regresado, de entre las cenizas, cual ave fénix. Lo onírico, creo que no fue tal. Fui invitado a una fiesta, creo de casamiento, traje, camisa y corbata, un trago al entrar y miro sorprendido, no lo podía creer, ELLA, vestido negro, pegado al cuerpo y cuando gira advierto un tajo que casi llegaba hasta ahí, le digo algo, un poco más allá sería desagradable, mejor hasta ahí, usted sabe de esto. Nos saludamos amablemente, charlamos, no teníamos asignada la misma mesa y eso fue el detonante, la despedida de cada uno a su mesa fue con enorme tristeza, por eso es que ninguno de los dos cenó y como por arte de magia a los minutos estábamos sentados uno al lado del otro, charlando y copa va copa viene -uno abusa un poco-, se me escapó la mano sobre su falda y ese tajo me permitió tocar una de las pieles mas suave que haya acariciado. Su actitud, usted se pregunta, bueno le cuento: la de una mina que sabe lo que quiere y hace lo que quiere, de ahí en más no voy a abundar en detalles porque somos hombres de ley, pero le cuento que la noche llegó hasta el estacionamiento y ahí nos despertó el Sol, o sea ELLA. Abelardo.


XI
Junio es el mes del día de la bandera. Collar no podía estar al margen y una vez más el editor, esta vez ausente por una gripe que lo mantuvo alejado del micrófono por unos días, envió para que leyéramos la editorial de presentación.

REDACCION Tema: “LA BANDERA”
Otra vez, claro, ayer 20 de junio se celebraron 187 años del día de la creación de la Bandera Nacional por don Manuel Belgrano, quien falleció un 20 de junio de 1820, sumido en una importante miseria, a tal punto que el mármol de una cómoda se uso como lápida.
Este peculiar distintivo se consagró legalmente, no en 1812 cuando Belgrano la izó e hizo jurar por primera vez en Salta a orillas del río Juramento, así llamado en conmemoración a lo ocurrido, sino años mas tarde en el Congreso de Tucumán de 1816 y por iniciativa del diputado Juan José Paso.
Pero al tiempo del juramento don Manuel fue duramente reprendido desde la especuladora Buenos Aires de esa época. Es que, por estos lados se temía desagradar al embajador inglés Lord Strangford, por la estrategia de sostener hipócritas relaciones con España, su aliado contra Napoleón.

Hasta aquí, recordar nuestro pabellón nacional y a su creador, La Bandera: pieza de tela, rectangular, que se sujeta a un asta, representa a una Nación, ni mas ni menos. Un símbolo que en la colimba, con gran emoción jurábamos defender hasta morir.
Esto asociado al patriotismo, indica que es aquello que nos vincula a la PATRIA, con todos sus valores, cultura, historia, afectos; un sentimiento hacia nuestra tierra, para preservar la soberanía y unidad territorial, honrar a los héroes y próceres, cuidar las normas que aseguran el bien común; todos valores patrios.
Ahora bien, programas pasados “Collar…” también recordó “La Plaza…”, y nos quedó una deuda, porque después de La Plaza, surgió un tema importante que discutir, EL PATRIOTISMO y parece que dejamos sentado erróneamente, que siempre el patriotismo quedó en manos militares. Quizás porque desde chicos recordamos aquél Sargento Cabral que “murió contento porque había batido al enemigo”, algo que jamás -aun cambiando el curso de la guerra- se le hubiese escuchado a los jefes militares de Malvinas en 1982, pero sin dudas aquellos eran tiempos de guerra, y de allí que nuestros próceres sean militares y se los recuerde por esto y no por ser abogados como Belgrano.
Sin embargo, desde los civiles también nuestra historia nos ha colmado de patriotas, desde el arquitecto de la República Juan Bautista Alberdi, en adelante o hacia atrás, de todo, con virtudes y defectos.
Pretender nombrar a todos nos volvería injustos por el olvido.
Escritores de pluma filosa, algunos transgresores y furiosos, pero con zonas de remanso y calma.
Escritura madura, a veces, pese a su juventud nos llevaron a sostener lecturas atentas. Muchos utilizaron como un arma la máquina de escribir.
Uno de ellos vio ametrallar un joven conscripto que estaba allí porque obedecía órdenes y no dijo “viva la patria”, sino “no me dejen solo, hijos de puta”.
Fue el mismo que con esa particular arma, le escribió a la dictadura el 24 de marzo de 1977 la patriota y llena de coraje “Carta abierta de un escritor a la Junta Militar”. Y no fue el único, Conti, Urondo y tantos otros; sin olvidar aquella generación, que buscaba afanosamente el ser nacional, Scalabrini Ortiz en 1931 “El hombre que está solo y espera” cuando el Estado comenzaba a entrometerse, clausuraba lugares públicos, no se bailaba, ni se cantaba, “el baile llegó a ser sinónimo de licencia y disolución” decía, e intentaba desentrañar el alma porteña.
Nadie debe faltar a la cita, si estamos todos embarrados, en el mismo lodo, sin olvidar a las madres y la plaza, a los 30.000 que ya no están y a todos aquellos que de alguna manera mantienen en pie los valores patrióticos referidos al principio.
Es una pena que cada tanto, haya que reescribir “El matadero” de Echeverría, pero algo es cierto, aquí sobraron patriotas, lástima la existencia de unos cuantos traidores a los valores enumerados.

Esto abrió la discusión. Lionel esputó toda su rebeldía sobre el micrófono y dejó en claro que los símbolos patrios no iban ni con él ni con su generación, tan golpeados y vapuleados por la misma patria y los mismos patriotas que en nombre de ella, mataron a sus viejos y a los amigos de sus viejos. Luego mandaron a la guerra a niños de 18 años, también en nombre de la patria y unas cuantas cositas más que provocaron en el Negro una risa nerviosa pero respetuosa, no creo que convalidante de esas opiniones. Sin embargo dejamos abierto el debate y que cada cual reflexionara como le pareciera más adecuado a las circunstancias.
Abelardo escuchaba desde su lecho enfermo y no podía establecer una comunicación telefónica para manifestar su disconformidad con las palabras desafiantes con que Lionel respondía a su sentida editorial. Apenas alcanzó a escribir un e-mail que llegó a destino finalizado el programa.
A la mañana siguiente fue comentado en los pasillos judiciales. Cada uno daba su apreciación acerca de las opiniones expresadas.
De pronto, desde mi despacho, a través de la puerta entreabierta dejada por algún pasante, alcanzo a ver toda la humanidad de Abelardo abrazando a su joven amigo y aceptando las explicaciones que Lionel bajo el cobijo paternal que éste le ofrecía, se esforzaba en pasar en limpio. La risa, envuelta en un pañuelo de seda que calentaba su enferma garganta, y los ademanes de sus enormes brazos, se leían desde la distancia, de esta manera:
-Vos estás limado mocoso, cómo podes decir esas cosas de la bandera, al tiempo que lo acariciaba transmitiéndole todo su cariño y paz mezclado con una especie de reprimenda histórica. Fijate donde trabajamos, esto no es una fábrica, es el palacio de la Justicia. Si alguno te escucha decir esas cosas te van a echar de acá, le terminaba de aconsejar como buen padre sustituto.
Lionel, poeta y escritor, no encontró mejor forma de disculparse de la manera que mejor le sale, la escritura. Así envió este mensaje al programa que fue leído como una suerte de descargo o derecho a réplica, dirían ahora en los programas de actualidad política.

BLASFEMIAS
Empiezo pidiéndole perdón a mi querido y estimado Abelardo. También a todos por mi falta de corrección y respeto, mi poco progresismo. Perdón, perdón. No tengo ánimo de ofender. Pero ahora déjenme blasfemar tranquilo, sepan que no es contra ustedes, y que los quiero mucho. Mucho, mucho. Te quiero Abelardo.

Comencemos así. La verdad me cuestiono la posibilidad de seguir usando las siguientes abstracciones: el sentimiento nacional hacia la bandera, el uso de la escarapela, el hecho de estar de pié rezando el himno como si fuera un padre nuestro que nos tendría que poner la piel de gallina, etc, etc y más etc. El otro día en el programa me preguntaba si a esta altura sigue siendo Razón de Estado continuar con la obsecuente simbología patria.
Muchas veces pienso en el lenguaje que uso, en la cantidad de lenguaje que usan mis pares, mis compañeros, hermanos, por lo general no me detengo a pensarlo un instante, lo uso (lo usamos) y listo. Si en el coloquio está todo permitido, en la vaguedad, en las habladurías, en la jerga, podemos pasarlo por alto. Pero cuando escribo me detengo, reflexiono, pongo las cosas entre paréntesis; y en ese psicoanálisis de cada palabra me doy cuenta que estoy escribiendo en una lengua infestada, sucia, manchada con el orín y la sangre de mucha gente. Y la simbología queda atrapada allí.
El lenguaje no es nunca ingenuo. Siempre habla de algo más. Como el asesino que limpia el cuchillo luego de clavarlo en el cuello de su víctima, qué ocurriría si ese mismo cuchillo, de golpe, es entregado a su hijo inocente de ocho años para que almuerce. Como en este caso, el lenguaje cumple la misma función del cuchillo, no importa quién lo utilice, seguirá manchado de sangre.
Hay símbolos patrios que están manchados de sangre como cierto lenguaje. Supongo que podemos seguir usándolos, pero a conciencia de su situación. Qué terrible me suena a esta altura el sentimiento del “Ser Argentino”, por lo general olvidando a la ESMA a pocas cuadras de la cacha de River en el mundial 78.
O acaso la derecha de este país no creó nada más, ni nada menos que “el ser nacional”, el Patrioterismo Nacional, ese engendro o entelequia, hecho comúnmente de palabras vacías, imágenes, abstracciones y sentencias en nombre de las cuales se cometieron los peores crímenes.
La lucha por el poder siempre fue una lucha por el lenguaje y las simbologías patrias. Repito, y esto la derecha lo sabe muy bien. Se trata de instalar en el lenguaje determinados símbolos intocables, impolutos, íconos puros para la pleitesía y el alabo. De allí que venga a mí aquella frase del poeta Cesar Vallejo ante la inminencia del Franquismo y su simbología: “España, aparta de mí ese Cáliz…”. El Franquismo, un Cáliz que duró más de 50 años.
Los símbolos de la patria no dan cuenta de nada. No dan cuenta del pobre, del condenado, del maestro rural, y de ningún otro paria. Son más bien un vacío funcional para el miedo que le toca a Doña Rosa, un supuesto sentimiento común que nos une y que clama respuesta a la inseguridad. ¿O acaso, las banderas, las insignias y los himnos de la patria no fueron construidos para afianzar y erguir una identidad contra los enemigos de esos símbolos: es decir, los profanos, es decir los no nacionales, es decir, los inmigrantes, es decir, también un racismo, también los pobres.
Pero ¿Si invertimos el procedimiento?, Si llamamos patriotas a los profanos, a los olvidados de la historia, no estaremos haciendo lo mismo, pero al revés?… Con las disculpas a mi hermano Abelardo, yo creo que si Rodolfo Walsh viviera, no le gustaría que alguien lo llame de “Patriota”. Lo mismo pesa para el docente rural, ¿para qué llamarlo Patriota? Supongo que ellos fueron grandes personas, maravillosos y humildes personajes de este mundo que, desde su lugar, vinieron a transformarlo, a que nosotros nos llenemos de orgullo ante su existencia, su enorme legado. Pero, para qué impregnaros de la liturgia de la derecha para mencionarlos, utilizando esos terribles símbolos al revés.
Vienen a mí dos películas: la primera, la nefasta película Pro Bush filmada y dirigida por Mel Gibson: “El Patriota”. También viene a mí la última de Clint Eastwod, Cartas de Iwo Jima, donde miles de soldados son abatidos en el camino de llegar a la cima de la colina para poder desplegar allí arriba -como lo absurdo del mito de Sísifo- la flamante bandera Norteamericana.

Somos la generación del Caso Carrasco, la que no tuvo que hacer ni padecer la colimba, la generación del 76 y 77, y las que siguieron, las que se cagan en los milicos y los valores de la vida marcial que desde la adolescencia, durante décadas, nos querían imprimir muchos de nuestros padres. La verdad que usamos la bandera para gritar un gol de argentina, las Malvinas, a esta altura del partido, nos importan un carajo.
La Patria es una entelequia imposible, la patria y sus ornamentos “distintivos” son el fasto, “nefasto” de toda una historia que a esta altura nos hace agua. A nosotros no se nos pone la piel de gallina con el himno. El himno de Blas Parera es anacrónico, el himno es un invento 100% de Charly García.
Pero por último, más allá de Bush y sus cantinela de patriotas. Hoy sabemos y deseamos que no haya banderas, que seamos ciudadanos del mundo. Aprendimos que la desobediencia es más noble que la obediencia, y que la libertad es un camino ajeno a la obsecuencia patriótica.
Sepamos escupir sobre la bandera.

Besos a todos. Y, sin ánimo de ofensa, gracias por dejarme expresar incorrecto, blasfemo, transgresor y furioso.
Lionel.

Abelardo no tardó en seguir desparramando afecto y comprensión hacia ese, como lo llama él, degenerado.
Por un momento recordé a mi tío Ricardo.
Yo, padre adoptivo, más malcriador que padre grande, le perdono todo a este mocoso malcriado. Sin embargo la vida nos permite tener un tío piola, cabaretero y putañero, pero también educador desde la escuela de la vida. Entonces, además de tomarse un Fernet en la barra de un cabarulo con el sobrino marcándole cómo debe desenvolverse en ese ambiente, también le dice las cosas que hay que decirle, con cariño pero con verdades y esas son las enseñanzas que nunca se olvidan.
Ricardo, un verdadero atorrante. Dejó esposa, dejó hijos y se enganchó con una pendeja. Su vida iba por andariveles separados de los de su familia, pero todo el amor que no pudo darle a sus hijos los derramó en sus sobrinos. El me llevó a tomar mi primer vermout al Estaño Don Felipe. El me llevó a la cancha a ver al Pincha por primera vez y todos los campeonatos hasta que adquirí la autonomía de la edad para ir solo. El me dejo las mejores enseñanzas que recuerdo. Hoy siento que el tío Ricardo se llama Abelardo.
Una vez más, gracias a las bondades de la banda ancha le escribió:
-Hola furioso y no tan transgresor amigo. No me pidas perdón, no creo que estés diciéndome a mí tu blasfemia. Nunca derramaría sangre sobre la bandera, al contrario, jamás hubiese mandado la bandera y los soldados a Las Malvinas, lo hubiese pensado mucho más y seguro utilizaría la bandera para discutir la soberanía de otras maneras. Es mucho más patriótico, ¿no te parece? porque este término existe, vos estás polemizando por patriotismo, cuidando tus afectos, que están aquí; tus límites geográficos; tu bandera que te identifica, ¿o no? Pero bueno yo también te quiero mucho y no voy a dejar de hacerlo, porque vos creas que blasfemas, no te creo, es simplemente tu forma de decir las cosas.
Me extraña porque si podés decir te quiero, entiendo que podes reconocer el patriotismo de Walsh y de muchos más que existieron a lo largo de nuestra historia (también mamá trabajó toda su vida para ganar después 300$ como jubilada, toda una patriota junto con Pappo, que nadie se atreva...).No me enojo, para nada, pero te voy a decir algo, también vos sos un patriota, no te imagino derramando sangre sobre la bandera, ni tampoco sobre la ESMA, mirá lo que te digo, nada mas que por haber leído tus poemas, te aseguro que no sos capaz de hacerlo. Algo mas, si mañana nos vamos a Lemuria, ¿qué bandera izamos?. Siempre que hablé de bandera me referí a la Argentina, ojo, porque si vas a poner allí otra bandera, voy a pensar si voy. Walsh anduvo por muchos lados, pero nunca renegó de ser Argentino, por lo tanto tampoco de la bandera. Creo que en algo estoy de acuerdo con vos, dedicarle tantas líneas a la bandera, es demasiado, con poco alcanza y sobra. Bueno un abrazo grande, no te despidas porque entristeces a la gente y espero verte mañana.

XII
Monterroso siguió a los autores homenajeados en Collar. Sus cuentos cortos, permitieron la atención de algunos oyentes fastidiados por que les costaba seguir el hilo de algunos programas.
Un poco en broma, un poco en serio, satirizamos acerca de la atención y la necesidad de conformar a aquellos que el horario, los hijos o los ruidos le truncaban la poesía.
No faltó la discusión si Hemingway con sus “Vendo zapatos de bebe sin uso” era anterior o posterior, si era más o menos corto, según la traducción que se hiciera que el cuento más corto del habla hispana “Cuando desperté el dinosaurio aún estaba allí”.
Por uno o por otro, lo cierto es que con Abelardo decidimos escribir nuestros propios cuentos cortos.
Se había organizado en una revista local de considerable tirada, un concurso de cuentos. El premio era un viaje para dos personas, pensión completa, durante cinco días, a distintos destinos a elegir. La costa, las montañas o las cataratas. El requisito era que los cuentos debían consistir en trilogías. Algo extraño pero de eso se trataba. Esta revista de discurso progre, de alguna manera, siempre se quería diferenciar de las otras, y no se le ocurrió otra cosa que este esnobismo de hacer escribir trilogías a sus lectores participantes del concurso.
Pensamos en el personaje de Roberto Bolaño en Llamadas Telefónicas, Sensini se llamaba, que sobrevivía mandando cuentos a cuanto concurso había y con los premios pagaba uno o dos meses de alquiler. Así que escribimos unos cuantos cada uno y los enviamos con distintos seudónimos en busca de dos plazas para cataratas. Antes de concursar ya habíamos elegido cual sería nuestro destino premiado.
Entre nosotros establecimos una consigna para hacer de este concurso algo personal y romántico que era que en los cuentos debía aparecer de una manera u otra, directamente o sugerida, Ella. Desafíos son desafíos y esa era la cuestión.
Abelardo se despachó con AMORES EN EL ESPACIO:
1. VIAJE A LA LUNA
-Comandante Rudolf!, ¿Cómo está todo allí abajo?
-Todo OK teniente Maf y She? ¿Cómo se encuentra?
-Feliz, contenta porque usted ha cumplido su sueño eterno: estar en la Luna con ELLA.
-Quiero que baje ahora mismo.
-Pero desobedecemos órdenes.
-Es sólo un momento, una estrella en la Luna. No puede quedarse allí.

-Teniente Maf, descienda de la nave con Ulla, no pueden dejar de pisar esta maravilla...
-Pero Comandante, los controles...
-Ponga el automático, a mi con ELLA nos encuentra detrás de las rocas que están a la derecha de la nave.
-Comandante, esas rocas están a una distancia que nos llevaría horas recorrer.
-Teniente Maf, se lo tengo que decir. Calcule un turno, es lo mínimo que puedo hacer con ELLA en la Luna. Creo que usted entiende. Por otra parte, le dije que baje con ULLA y no solo.
2. PERDIDOS EN EL ESPACIO.
Pensé que detrás de las rocas que están a la derecha de la nave, nos miraríamos, a través de nuestros trajes y visores, de ellos dependen nuestras vidas en ese momento y en la Tierra no la pasábamos nada mal, era cuestión de esperar. Pero ELLA es humana, nos tomamos de las manos que se encontraban cubiertas por esos enormes guantes.
Parecía que no había guante alguno, otra vez esa piel tersa, suave y delicada y el resto de su cuerpo, porque lo primero que se gasta es precisamente la piel de sus manos. Se volvió loca y comenzó a romper su traje y por supuesto yo el mío, le grité:
-Es lo que nos salvará la vida
-¡Basta!, moriremos. La Ley de gravedad nos llevará al espacio sideral y no sobreviremos.
-No aguanto más, dijo.
-Impresionante dije, esto es lo que yo quería de ella, abrazados vagando por el espacio a la espera de una lluvia de meteoritos de colores que nos detenga y nos deposite en alguna isla del Caribe.
-Le dije que quizá nos rescate alguna superpotencia signataria de ese "Tratado sobre objetos perdidos en el espacio ultraterrestre" que no sabía para que servía cuando lo estudié, pero que ahora podría devolvernos a la Tierra.
-Lo cierto, Teniente, es que como usted habrá notado, cuando llegó después del turno, ya no estábamos allí.-Supongo que ha mandado los SOS que la instrucción nos enseñó.-Nosotros estamos bastante bien, avise en la Fiscalía y a Don Eduardo.-De alguna manera seguiré comunicado. Un abrazo de su comandante y de ELLA
3. EL RESCATE
Hice funcionar el operativo rescate, apagué la alarma como bien me ordenara desde su acto amoroso sin gravedad, (lo que no significa que no haya sido apasionado) y, junto con la Sargento Ulla, pudimos activar la Sonda de recuperación de pasajeros sin traje. Le confieso que en el informe puse que ambos pasajeros volvieron en ropa interior, sobre todo, para preservar el honor de ELLA. Nuestros superiores no entenderían qué es el arte y la poesía. Cuando despierte, se encontrará nuevamente en la nave, junto con ELLA, rumbo al acuatizaje. La falta de oxígeno sin los trajes los ha adormecido pero pronto volverán en sí gracias a las cápsulas de recupero que ya les hemos suministrado. Ulla a Ella y yo a Ud. Esto que el cacheo femenino a los femeninos y masculino a los masculinos, me ha impedido, al menos dormida, por única vez, tocar esa piel que usted tanto pondera. Reglamentos son reglamentos y, una vez más, tuve que hurgar en esos lugares tan recónditos que me hizo acordar a los vestuarios de los martes y jueves por la noche. En fin, a partir de ahora deberemos adoptar nuevas identidades.
Por ser el Comandante queda totalmente a su cargo nomenclar nombre y rango u otras variantes de personalidad que nos permita, identificados como ud. lo decida, seguir con estas misiones diarias de alimentar la alegría de nuestros corazones y hacer funcionar la maquinaria cerebral que tanta química desprende y hace que la sangre circule a mayor velocidad y, por ende, nos haga felices a ambos. De esos de trataba ¿no?
Fin.

Por mi parte surgió UN ERROR, UNA MUERTE
1. EL DESCUIDO.
2.00. A.M. El monitor ha quedado prendido, lo que llama la atención de Legítima que se ha levantado para ir a realizar esa actividad nocturna. Se asoma por la puerta del dormitorio y lo ve a Felisberto dormido en el sofá.
Embargada por la curiosidad se acerca a leer los renglones que resaltan del texto. ¿Quién es ELLA? Seguramente quien lo mantiene tan distraído y distante. Además, la menciona con mayúscula. Evidentemente para él es sumamente importante. Que desdicha. Ser engañada con tanto descaro. Además ve que hay Otra.
Presa de una gran indignación, consulta los correos anteriores y el nombre de Ricardo se repite a diario. Uno o dos por día son de Ricardo. Elige uno al azar y, con temor a que Felisberto se despierte, lo mira rápido sin alcanzar a leerlo pero logra ver la palabra ELLA. Y otra vez y otra vez. Ya no le interesa ser descubierta y comienza a leerlos detenidamente. Evidentemente, Ricardo es cómplice de su engaño. Vuelve a seleccionar otro correo y nuevamente aparece ELLA. Pero ahora hablan de la tersura de su piel, del atrevimiento del tajo de su vestido. Esto ha llegado muy lejos. Comparte la amante con Ricardo y además hay otra. ¿Cuántas más?
El trabajo, resulta que tampoco es su trabajo. Siempre estuvo convencida que su marido trabajaba en una oficina y viene ahora a enterarse que diariamente concurre a un jardín o a una plaza a la que Ricardo, obviamente en clave, llama despacho y le pondera la forma como cuida sus Flores cada vez que lo visita.
Alienada toma el cortapapel, regalo de su padre, que descansa en el escritorio y lo entierra en el tórax de Felisberto quien abre los ojos y la mira sorprendido mientras se desangra en el blanco de los sillones que acababan de comprar.
2. EL VELORIO.

La Sala Velatoria C de Casa Memorial se encontraba llena de gente de entre treinta y cincuenta años. Algunos murmuraban, otros permanecían en silencio.
En el centro de un grupo numeroso sobresalía entre los demás Ricardo quien, con ademanes en sus manos y esa gran cadencia al hablar, explicaba a los oyentes que lo rodeaban la tragedia del amigo común. Jugábamos a ser escritores y eso no podía pasar de un juego, pues con tantos golpes recibidos en la adolescencia en nuestras cabezas a consecuencia de la práctica de un deporte de brutos, ya no distinguíamos cuál debía ser el planteo, cuál el nudo y ni hablar del desenlace.
Ambos también padecíamos diversas dolencias producto de los años y de la genética. Yo sufro del corazón, lo que me mantiene bastante limitado y el pobre Felisberto padecía de su columna vertebral. A raíz de ello, encontramos en la correspondencia una forma de entretenimiento, una manera distinta de reírse de uno mismo y hacer reír al otro, sorprendiéndolo con alguna sutileza.
Pero la realidad siempre supera la ficción, eso siempre me recordaba el pobre difunto. ELLA resultó ser mejor actriz de lo que imaginamos en nuestro epistolario y, evidentemente, Legítima tenía algo más que reprocharle. De la Otra, Ricardo se abstuvo de hacer mención.
Apareció un señor vestido de negro y pidió amablemente que desalojaran la Sala para poder preparar el féretro. En la soledad de la sala se encontraron, lo que quedaba de Felisberto y el técnico con su soldador de mano. Este, con su herramienta, cerró definitivamente la caja de sorpresas.
3. EL JUICIO.
Legítima, inmediatamente de producido el deceso de Felisberto se entregó a la autoridad.
El juicio no tardó en llegar. La calificación sustentada por la instrucción era homicidio calificado por el vínculo. Legítima había confesado al momento de recibírsele declaración que, presa del engaño había acabado con la vida de su antes amado y ahora no tan querido ex esposo.
En pocos días la causa fue elevada a Juicio, aplicando, erróneamente, el proceso de flagrancia. Fue una Fiscal con nombre de canción de Clapton.
A consecuencia de concursos ganados, cargos vacantes, y demás desórdenes en el Ministerio Público, el Fiscal de Juicio designado por Disposición Superior, resultó ser, el doctor Black Sepúlveda.
Se abrió la sesión y cuando el presidente del Tribunal le concedió la palabra al fiscal para que formulara su lineamiento, éste, luego de una pausa, manifestó: Excelentísimo Tribunal, lamento decepcionarlos con lo que será mi discurso. Esta fiscalía va a desistir de la acción por que la imputada ha obrado por error de hecho no imputable, expresamente contemplado en el art. 34 inc. 1º del Cód. Penal. Eso es Justo.
Fin

Por supuesto que el premio no fue para ninguno de los dos. Lo recibió otro. Un jubilado del Registro del automotor, que ficcionó, luego lo contó al recibir el premio, una operación sobre autos dobles, muy común en la época del ochenta, por estos lugares. Tomó tres casos testigos en que él había intervenido al registrarlos, las unió y salió su trilogía triunfadora. Viajó con su esposa, también jubilada de Loterías y Casinos de la Provincia, a las cataratas.
Sin embargo eso no nos desalentó a seguir inventando historias cortas y divirtiéndonos a través de la banda ancha. El viaje lo postergamos para el verano y nos encontramos en Villa Gesell cada cual con su familia.

XIII
El año siguió avanzando y llegamos al mes de julio. A esta altura intentábamos que las editoriales encerraran en un mismo cuerpo una mención alegórica a la fecha si era trascendente, un avance de lo que contuviera el programa y un toque lúdico, si era posible referente al programa y si no, referente a nosotros mismos. La pasábamos tan bien dentro de ese cuadrilátero de no más de dos por dos, o dicho de otro modo, dentro de los cuatro metros cuadrados que conformaban nuestro mundo de los jueves, que en la medida de lo posible, lo íbamos condimentando para que adquiriera mayor calidad y, por supuesto, cada vez, pasarla mejor.
Así fue que se vino el aniversario de la independencia y esto, conmemorado en plena etapa electoral, tenía un valor agregado. Nuevamente, nuestro editor responsable debía hacerse cargo de la tarea. El problema fue, esta vez, que venía de una enfermedad y sin percatarse de la cercanía de la fecha, en plena reunión de producción le digo:
-Bien, medio programa se lo dedicamos al aniversario de la edición del disco La banda del Sargento Pepper’s, separamos con Beatles y el resto del programa hablamos de Oliverio Girondo. Vos Abelardo escribí algo sobre el programa y sobre el nueve de julio que es el lunes.
-Pero el programa es mañana y no escribí nada aún, responde, medio preocupado y medio queriendo sacarse la responsabilidad de tener que escribir algo. Mejor leemos un poema de Girondo como introducción, ¿no te parece?
-De ninguna manera, respondo. Algo se te va a ocurrir, tenés todo el miércoles y parte del jueves. A pensar algo y nos vemos mañana en el perfil de coraje.
Durante la reunión, el Negro nos relató, por lo gracioso, un diálogo que se había desarrollado en la peluquería, el día anterior. Peluquería de barrio, de esas de las que ya quedan pocas, peluquero de edad, con los utensillos de cuando comenzó con el oficio: Pulverizador de bronce, con la goma igual a las que se usan para tomar la presión, para mojar el cabello, peines de carey, y el tiento de cuero para asentar la navaja. Y por supuesto los visitantes diarios, que utilizan el local como parada. Están siempre conversando o leyendo el diario o el Gráfico de la semana que nunca falta en el revistero de Roberto.
Por que las peluquerías de ahora se asemejan más a las peluquerías de mujeres. Hay que sacar turno, te ponen redecilla en el pelo y usan secadores, gel y hasta tinturas. Recuerdo cuando comenzaron las primeras de ese tipo aquí en la ciudad. Sería por los años setenta. Tenían nombres también extraños tales como Scorpio, Rulo’s, Crenchas, acompañados por un Coiffeur o un Estilista. Parecía que había desaparecido el oficio de peluquero y nacía una nueva ciencia.
Recuerdo una vez, en esos años que teníamos que ir a la cancha con mi hermano y un amigo. Gustavo se llamaba el amigo. El partido comenzaba a las 18.00. Era día de semana. Gustavo nos dice que tenía que ir a la peluquería.
-Andá mañana le respondimos a coro, pensando en lo que para nosotros significaba ir a cortarse el pelo.
-No, es que saqué turno hace una semana y me dieron para las 17.00 hs. Pasen a buscarme por allí que les queda camino a la cancha.
Con mi hermano nos cortábamos, igual que lo hacía mi viejo desde la época en que vino a estudiar a la ciudad, en lo de Florentino. Descripción idéntica a la que hiciera sobre la peluquería de Roberto. Peluquero de barrio que nos cortaba a todos igual. Cuando éramos chicos sacaba un cajón de su mueble y lo ponía en el sillón para que nos sentáramos y poder sobrepasar el respaldo y el corte era flequillo tipo taza. De grandes las opciones eran: para peinar o suelto. Si era para peinar, te dejaba un mechón largo, tipo jopo que, si no usabas gomina te quedaba colgado en la parte izquierda de la cara, debajo de la raya. Se suponía que ese mechón era para poder tirar mejor el pelo para atrás. Pero de chicos ninguno de nosotros usaba gomina, salvo para algún acto en la escuela, alguna comunión o celebración importante. Te dabas cuenta quienes éramos clientes de Florentino. Los hermanos Isla, los García, los Llorens, a todos se nos notaba el peluquero. Te despeinabas y así como a algunos se les nota el barrio, a nosotros se nos notaba el peluquero.
Así fue que junto con Santiago partimos hacia la dirección indicada, frente a la Plaza San Martín. Pared amarilla y un cartel negro que decía Pelos-Unisex. Tenía más pinta de boite que de peluquería. Luz tenue, música funcional y desniveles. Entre toda esa penumbra lo vemos salir a Gustavo de adentro de un secador de pelo tipo casco de astronauta con una redecilla puesta en la cabeza para achatarle el pelo y nos hace señas, pues no lo hubiéramos distinguido nunca.
-Ya termino, aguántenme unos minutos nos dice.
La cara de mi hermano, que era de pocas pulgas estaba para sacarle una foto. Ahí nomás me dice:
-El gordo es medio puto. Mirá las cosas que le hacen. Fijate si Florentino entra acá le da un infarto. Que bárbaro. Y nos sentamos en el cordón de la vereda a esperar que terminara de producirse. Cuando sale le dice:
-Gordo puto te van a tocar el culo en la tribuna.
Cuando el Negro contaba el dialogo en lo de Roberto a mí se me representó automáticamente esta imagen.
Así nos despedimos de la reunión de producción, que como todos los miércoles eran en mi despacho.
El jueves, ocho de la mañana, se abre en forma intempestiva la puerta de mi -despacho y toda la humanidad de Abelardo llenando el hueco que forma el marco, una sonrisa que no podía contener y sus ojos celestes brillantes reflejando toda la picardía que venía con él. En su mano derecha una hoja de papel que arroja sobre mi escritorio.
-Aquí tiene la editorial de hoy. Léala, saque lo que le parezca, agregue lo que falte y después me avisa.
Con Abelardo cuando intercambiamos escrituras personales nos hablamos de Ud. Nada de tuteos.
Y como entró se fue riéndose.
Inmediatamente me puse a leerla y nuevamente vino a mí la imagen de Florentino, con sus manos en la cintura dando discursos políticos en su local y diciéndonos como había que gobernar la ciudad.
Así presentamos el programa alegórico al 9 de Julio, día de la independencia.

UN POCO DE TODO, PARA RECORDAR

Otra vez recordando la Escuela Primaria, un “Tema de redacción” nuevo y ahora cargado de otra tortura: dibujar algo alusivo al festejo patrio.
Filmus y yo, siempre juntos, fue en los últimos años, con lo cual, andábamos mucho mejor, aunque con faltas de ortografía hasta cuando hablábamos, el tema pasaba ahora por el dibujo, menos mal, que ya existía el “simulcop” un fenómeno, todo salía igual, pero claro, la maestra no quería el dibujo calcado.
Manos a la obra, dibujar esa puerta, las ventanas con las rejas y lo más difícil porque por suerte sólo había que hacer el frente, pero cuando llegabas a las “columnas torsas” como decía la docente, todo se complicaba y mucho.
Esas trenzas, era imposible trasladarlas al papel. Una vez, porque para estas cosas éramos buenos, dibujamos todo el frente y calcamos las columnas, resultado: muy bien diez.
Increíble
Después,... Redacción Tema: La casita…
Pasado Julio, mirábamos el almanaque, faltaba el 17 de agosto y listo, porque el 12 de octubre era distinto. El día de la madre, estar era duro, (no había día de la familia). Faltaba el día de la tradición y chau año y redacciones.
Ahora ya grandes nos gusta recordar aunque sea mínimamente este tipo de fechas. Es que fue algo trascendental en nuestra historia, y recién ahora tomamos verdadera dimensión de las cosas. En esa época aceptábamos y repetíamos lo que nos decían los manuales y nos contaban las maestras.
Esa casa era de fines del siglo 17, propiedad de doña Francisca Bazán, y allí nos afirmamos, después de largos procesos que se iniciaron el 25 de mayo de 1810, como Nación Independiente ni más ni menos, se declaró nuestra Independencia, fue el 9 de julio de 1816, cuando Francisco Narciso de Laprida preguntó a los congresales si querían que las provincias de la unión sean una nación libre e independiente.
Volviendo a la casita, por supuesto que las columnas tenían toda una historia, que nosotros no recordamos.
Para eso es bueno ir a la peluquería del barrio, allí se sabe todo y de todos por supuesto, más o menos como el encargado de un edificio o el canillita.
El otro día me contó el Negro que mientras esperaba su turno, Toto, un boina blanca de toda la vida, con muchas internas bajo el brazo, y recitando de memoria los 4 puntos sobre los que don Leandro fundó el partido, aunque últimamente recordaba Honestidad administrativa, Comicios limpios, y del resto se olvidaba, les dio una clase magistral a todos.
Dijo que la fachada de la casita se modificó durante la presidencia de Nicolás Avellaneda (tucumano) quien por decreto la compró y como estaba en muy mal estado, decidió demoler el frente encargándole el trabajo a un ingeniero Satavelius quien le dio una fachada neoclásica, conservando intacto el salón de la jura.
Todos con la boca abierta.
Menos El Vasco quien interrumpió…
-Ustedes los radichetas saben de todo y después no hacen nada…
-Callate dijo Toto y agregó, a mi me da vergüenza a veces seguir siendo radical, lo veo a ese Cobos del Partido radical-kirchnerista y me quiero morir, porque el radical es radical, sino es como el cubano que vive en Miami, ese no es cubano, por favor, mirá si el Chino se levanta de la tumba. Ojo que yo le digo Chino porque lo conocía explicó y le preguntó ya enojado...y sin saber muy bien por qué…
¿Vos de que trabajas?
-No, yo no trabajo, soy sindicalista…
-Ah, dice Toto está bien, con razón.
Más atrás estaba José, otro habitué que mientras hojeaba la Palermo Azul, sin levantar la vista de su lectura, interviene sentenciando: Hay que poner una bomba y que vuelen todos a la mierda.
Allí nomás intervino el peluquero Roberto quien alzando sus dos manos (la tijera en la derecha y el peine en la izquierda) dijo: Paren che, que está el Negro. No mencionen la palabra bomba, ¿no saben que él estuvo en Malvinas?
-Le nombrás la palabra bomba y empieza a correr.
Ante el silencio y la sorpresa de los tertulios, en un pase magistral de político, porque los peluqueros tienen algo de concejales ad honorem, siempre tienen la solución para todos los problemas de la ciudad. Saben como ordenar el tránsito, arreglar las veredas, podar los árboles, etc. entonces cambió de tema como de tijera por navaja preguntando…
-¿Che, quién es ese Medina que compró Gimnasia…?
El Negro interrumpió, ya con cara de soldado disparó:
-No, no por favor paren, si van a hablar de Gimnasia, prefiero que sigan con las bombas muchachos.

El Negro desplegó todo su conocimiento sobre la historia del Rock, las letras, los personajes que debían haber estado en la tapa del Long play y que no fueron consensuados, los temas que quedaron afuera como Penny Laine. Estaba tan bien el ambiente que generó que dejamos que usara todo el espacio y el pobre Oliverio tuvo que esperar otro jueves para salir por el éter.

XIV
Los programas seguían pasando y poco a poco nos afianzábamos cada cual en su puesto. Sin embargo, Lionel no paraba de generar ideas. Sentía que al programa le faltaba algo, un toque diferente, algo, no sabía bien qué pero sentía que le faltaba algo.
Eso lo tuvo un par de semanas, dándole vueltas en la cabeza. Esa cabeza que debe ser un laberinto interminable ya que se mezclan permanentemente sus inquietudes, sus búsquedas personales, su reconstrucción histórica y lo que él llama hacer terapia, seguir buscándose y buscando lo que le falta, sus ancestros, sus orígenes, su propia esencia. Ojo que cuando puteo, cuando despotrico contra los símbolos, las instituciones, no los incluyo a ustedes. Por favor, se ocupa siempre de aclarar. Son cosas personales, interiores, es mi manera de tratar de sacarlas afuera o bien tratar de encontrar respuestas. Es darle sentido o responsabilizar a quien le toque la suerte de mi generación.
Y mientras se busca asimismo, genera ideas nuevas. Así fue que un día se aparece en mi despacho, que a esta altura ya está convertido en la parada obligada de los tres. Está estratégicamente ubicado en la planta baja, de paso a las salas de audiencias y a la salida lateral del edificio. Es decir que o por trabajo o por salida siempre deben pasar por allí.
Se sienta, siempre despeinado y el nudo de la corbata tan desprolijo como su pelo.
-¿Qué te parece si le decimos a Juan que tenga una columna, una vez por mes, un rato, en la cual se dedique a hacer comentarios de arte, muestras, performances, todo esas cosas que suele haber en la ciudad y que no alcanzan a tener la debida difusión que se merecen?
Juan es un artista plástico muy reconocido en el ámbito nacional e internacional, pero por sobre todas las cosas es una gran persona a la que queremos mucho y con quien compartimos en el ambiente judicial también experiencias comunes.
Abandonó el estudio de derecho en tercer o cuarto año por su verdadera vocación que ha sido la pintura. El trabajo de Tribunales que inicialmente pretendía ser una fuente de vida, y luego un trampolín a la profesión, pasó a ser el soporte económico de sus telas, sus óleos y pinceles. Sin el trabajo no podría haber financiado su oficio de pintor. Siempre comentaba, “trabajo en tribunales para poder pagarme las telas. Si gano algo con la pintura es nada más que prestigio entre mis pares pero de billete, nada”.
La propuesta era simple. Que tenga quince minutos una vez por mes y darle a nuestro espacio literario un toque cultural y local, donde no solamente se informaba direcciones de exposiciones y artista en cartel, sino que teníamos el bonustrack de dar una visión crítica por un conocedor del tema. Ningún condicionamiento, él elegía qué informar y qué criticas incluiría en sus espacios.
Todas las decisiones debían ser consensuadas entre los cuatro así que inmediatamente hubo sesión extraordinaria en mi despacho para resolver la propuesta de Lionel. Decisión unánime, Juan entraba en el staff. Hablamos con él, le propusimos su participación y, obviamente, aceptó gustoso. Desde lo afectivo era par él un gran honor, más allá de sus conocimientos artísticos, pero lo que más valoraba era ser incluido dentro de esa cofradía que habíamos formado los cuatro collareros.
Debutó el último jueves de abril. Esa iba a ser su participación. Todos los últimos jueves de cada mes aparecían sus quince minutos culturales.
Se creó su propio seudónimo y con el nombre de Anónimo entró al programa anunciándose: -Hola soy Anónimo y mis quince minutos de fama. Y en lugar de hacer su columna cultural, arrancó con una entrevista. El invitado de hoy es Loud Reeds y empezó a hacerle preguntas a una grabación que le respondía en inglés y él la traducía. Las caras nuestras se buscaban dentro de la pecera. Ninguno sabía lo que iba a hacer, ni tampoco le habíamos puesto ninguna condición. Vos arrancá con lo que quieras, el espacio es tuyo y manejalo como mejor te parezca. Pero el loco se mandó con una entrevista, pasó música acorde, tiró dos o tres chivos de alguna muestra pictórica y se despidió con el anuncio de quien sería su próximo invitado. Programa a programa fue llevando a Tom Wayts, Gainsbour, Kurt Cobain, con los cuales hacía su propio programa dentro del programa y tiraba los eventos culturales del mes ya ampliándolos a galerías de Buenos Aires y sobre todo si el expositor era un artista local. Se generó su propia cortina musical, con la cual daba una entrada fastuosa a su pequeño pero gran espacio. A mi manera interpretada por Tom Wayts totalmente borracho.
Era difícil mantener el orden dentro del programa cuando venía Anónimo. Un día se apareció con una bolsa de mandarinas que traía de su casa, -Cosecha personal, dijo y repartía dentro de la pecera mandarinas que acaba de cortar de sus árboles.
Abelardo parecía un chico en misa. Se tentaba y no paraba de reírse. El operador parecía que dirigía el tránsito de la cantidad de señas que les hacía para avisarles que todo su cuchicheo estaba saliendo al aire.
Como en la escuela, debimos sentarlos separados.
Le dio un toque de color y surrealismo al programa que nos encantó, no sólo a nosotros sino también a gran parte de la audiencia. Lo más gracioso fue que en Tribunales nos preguntaban quien era Anónimo y los cinco nos ocupamos que quedara, como su nombre lo indicaba, en el anonimato. Nadie, más que nosotros y su esposa, sabíamos de quién se trataba, parecía el personaje de Michell Tournier, Tristán Vox.

XV
Como todos los jueves cenamos en el bodegón de nombre El Colonial. Suena de fondo la música del piano donde toca un tal Heriberto Aristóbulo Ramón. En la T.V. se transmiten imágenes del partido que juegan Peñarol contra Bolívar por los cuartos de final de la copa Nissan Sudamericana.
En una de las mesas estamos a los gritos festejando lo que acaba de ser nuestro programa número cincuenta. Brindis, al efecto.
En otra mesa el famoso escritor oriental El Rojo se chamulla a Elsa que para nosotros es Las Heras, una famosa madama de los burdeles de Montevideo y la intenta convencer que Guevara ha hecho más obra que Yeltsin.
Capuli se llama la mesera quien se acerca a nuestra mesa bailando el meneadito, el merengue y el flan con dulce y nos ofrece algo más de beber. En el centro de la mesa hay un gato negro.
Soriano decía que todos los escritores tienen en sus cuentos o en sus escritorios un gato que los acompaña. Pues en esta mesa no puede faltar un gato, pero en realidad ya vamos por el tercer Gato Negro, de una conocida bodega mendocina.
Más allá, melancólico, se embriaga el dueño de Mueblerías El Canario que acaba de encontrar en un sillón de estilo, un ejemplar de la Revista Cabeza fresca, escondido tal vez por un adolescente adorador del Dios Onan. Advierte en ella imágenes de zoofilia. Un Bambi hembra tiene prácticas sexuales, no se distingue bien si con otro animal o con un hombre. De pronto gol del Bolivar. El Colonial se oscurece, un gran silencio....
Escucho a la playera de la Esso de Plaza Italia, la expendedora de nafta que dice "...otra vez los chongos..."; claro yo había estacionado el vehículo abruptamente sobre la playa, mal estacionado por supuesto. Me bajé a los gritos:
-No lo puedo creer, mirá lo que te compré, estaba pensando en vos y te vengo a encontrar acá.
Abelardo no podía hablar, no lo dejaba. Por supuesto que al bajar del auto me abrazó y me besó y le dije:
-Haceme un favor porque este encuentro traerá suerte jugale al 7 y con el premio, nos vamos a comer solos.
La cara de la playera rubia, no la puedo describir, era un mezcla de asombro y vergüenza enormes, estaba acostumbrada a verlos porque es una zona donde abundan, pero esto y a las 16 hs., no había ocurrido nunca.
Nos despedimos y yo la seguía observando, ella me miraba y la cola de autos para cargar nafta llegaba a la plaza, me dio cosa ir a explicarle, así que me fui y que piense lo que quiera. Igual mañana voy a pasar, porque una vez le conté a ella, que tengo un grupo de amigos nuevos, y que con uno de ellos hemos intimado mucho. Ella indagó bastante sobre el tema (se la nota chancha) si era bisexual y esas cosas, yo le dije que nada que ver, que éramos amigos y expresábamos afecto. Ella me había comentado ayer, que un amigo suyo que me conoció tomando café allí, frecuentaba el Colonial y que el día jueves le llamó la atención que entre los únicos cinco tipos que no miraban un partido de fútbol por la tele, estaba yo y que fue el comentario de todo el boliche, nuestras risotadas y un cuento de una bambi que era abusada por otro animal u hombre él no entendió bien.
Había mucha gente en ese momento y me dijo que después ampliaría lo que este amigo le contó, agregó que sería bueno que yo sepa lo que se comenta allí
Ante mi veloz huida por Diagonal 77, Abelardo recordó su periplo por Europa, épocas pasadas, éxitos amorosos, desenfreno juvenil y el presente, romanticismo adulto, no adúltero. Se quedó mirando el horizonte y todo lo que no me pudo alcanzar a decir, dado mi inesperado escape.
“Quiero que no me haga aborrecer el comercio de las prostitutas, que el programa de cada jueves me permita frecuentar a ELLAS (nobleza) o a las otras (burguesas). Cuando perdí mi fortuna me sentí humillado, es cierto, pero en París, aunque sin un Franco, estaba la presidenta del club, usted la conoce, sobrina de un pianista de épocas pasadas, una mujer excepcional y fácil por supuesto.
¿Cuándo observó a alguna, resistirse a nosotros? Ahora entre paseo y paseo, barrio latino, a orillas del Sena, no es la mejor compañía Ella, pero cuando el dolor era insoportable tuve que relacionarme con..., bueno cuestión de códigos, no puedo nombrarla. Alguien puede como Legítima ser inoportuno y apretar el botón.
Pero al fin de cuentas eso permitió penetrar (no piense mal) y conocí a su tío, quien me dio un lugar donde vivir. Los problemas no tardaron en llegar, se transformó en Esa y cuando fue negligente se me dio por la violencia y la fajaba, como habrán dejado a esa ovejita al lado de un lobo feroz, nunca supe como no se dieron cuenta.
Igualmente mis manos siempre se dirigían a sus senos y la dulzura que provocaban mis golpes, terminaron de convencerla de que así era mejor y nos hicimos sin darnos cuenta sadomasoquistas. Descuidé todo por Ella hasta a usted amigo casi le pierdo el rastro, pero ahora por fin lo he recuperado.
Bueno así me reencontré con mi querido amigo, vio que cuando la gente habla del mar, lo hace desde la superficie, a mi me gustar verlo desde abajo, desde adentro, igual que la locura que es un problema de cartel.
Mire si usted amigo da vuelta el cartel que reza "Hospital Neuropsiquiátrico Melchor Romero", los locos ¿quienes son? Los de adentro o nosotros, quienes deambulamos en la creencia que estamos sanos. En fin, los viajes, los cuentos, las mujeres, son sólo sueños. Nuestra realidad acaba en cada despertar, todas las mañanas yendo a la Casita de Kafka como la hemos denominado. Ahora, enrejada, alejando a la gente de la justicia, de esa justicia que tanto clamamos y no le damos a quienes la necesitan. O por lenta o por injusta, deja ya de ser justicia”.
Qué paradoja. La justicia que debe estar al alcance de todos, de los más necesitados, se encuentra encristalada en una celda, como la de Foucault.
Traspasar la vallas, la guardia y luego la burocracia es casi un imposible. Una Utopía, como la de Tomás

XVI
En nuestros años mozos, junto a Abelardo practicamos un deporte de raigambre burguesa. Efectivamente, como lo llama él, un juego de animales practicado por caballeros.
15 contra 15 que hacen uso de su fuerza y su destreza para anotar en el ingoal rival.
No tiene desperdicio las discusiones que se generan entre Abelardo y el Negro. Cuando el Negro opina acerca de la violencia y la agresividad del deporte, aclarando que él no mira mucho pero las últimas veces, a raíz de algún hijo de amigo que está jugando en primera, tuvo la posibilidad de ver y quedó sorprendido por el nivel de agresividad y violencia demostrado en el juego, dice:
-Vi como se pisan y como se patean en el piso. Realmente me dio un poco de miedo. A lo que Abelardo responde:
-Pero no Negro si lo pisó seguro era por que estaba en penal y de las patadas, me parece que estás exagerando.
Hay algo de cierto en ambos discursos. La ignorancia de uno y la necedad del otro de reconocer lo que no está bien o lo que excede, terminan en discusión.
Después, en la soledad de nuestras charlas me dice:
-Este soldado que anduvo a los tiros peleando por una bandera qué viene a opinar de este deporte que no entiende nada. No se da cuenta que después de unas patadas, que seguramente ud. se las merece por haber entrado a la formación en off side, yo le sirvo el tercer tiempo, lo atiendo y nos abrazamos y tomamos cerveza juntos.
La cuestión es que los fines de semana junto con mi amigo Abelardo colaboramos con las filmaciones de los partidos de nuestro equipo. Debemos ir junto a un camarógrafo a filmar todos los partidos. Leandro, el cameraman es egresado de la facultad de cine y, para ganarse la vida, se dedica a esto los fines de semana, mientras que durante la semana hace algo de sociales, cumpleaños, fiestas de quince, etc. Del deporte sabe poco y nada, sin embargo hemos entablado una linda amistad conversando de otras cosas. Se interesa mucho por la marcha de nuestro programa y siempre hablamos de ello en los viajes, cuando nos toca jugar de visitantes.
Por su parte, está a cargo de la producción general de un largometraje que se está filmando sobre la vida de Horacio Cardey. A raíz de la película una tarde nos pidió si no podíamos participar en condición de extras ad honorem. Es decir, una de las tomas debía realizarse en una cantina. Para ello, necesitaban contratar la exclusividad del local para poder realizar las tomas necesarias, tantas veces como fuera requerido. Eso implicó que contrataran por una suma de dinero preestablecida el local y su servicio por el término de cinco horas. Por supuesto que debía funcionar como cualquier día de show, con el personal de cocina, mozos y demás comodidades. Claro que debía haber comensales que hicieran las veces de público y, como los recursos de los que disponían para la película era escasos, debieron recurrir a la colaboración de gente amiga. El programa era ir a cenar a la cantina, ver la filmación, participar como extras y quedar incluidos en el largometraje en calidad de tales.
-Vénganse con unos amigos, sus mujeres, comen, toman unos vinos y de paso, salen en la peli, decía Leandro dándonos ánimos.
La cuestión es que el staff de Collar aceptó gustoso. Cambiábamos por una vez El Colonial por la Cantina.
Allá fuimos, rumbo a La Boca en dos autos.
La cantina era de tamaño medio, simpática la decoración y contaba con los adminículos propios de estos lugares. Barra de estaño, espejos detrás de la barra, estantes con bebidas varias y patas de jamón colgadas en simétrica distancia de a dos metros, un viejo tonel de roble en un rincón, salamines y riestras de ajo colgadas en forma de guirnaldas. La luz, predominantemente amarilla y el piso bastante engrasado. Se conoce que le pasaban el lampaso con Kerosén o Gasoil para darle brillo a las viejas lajas tipo pizarra.
Luego de darnos algunas indicaciones de rigor, nos pidieron que nos desenvolviéramos normalmente como si efectivamente hubiéramos concurrido a ver el espectáculo con la salvedad que cuando se hacían las tomas debíamos respetar alguna indicación de momento que dispusiera el director, muchacho joven, de unos treinta y cinco años aproximadamente.
Nos ubicamos en una mesa redonda los ocho, nosotros cuatro y las respectivas mujeres. A Lionel se lo veía particularmente encantado. Disfrutaba mucho con nuestra compañía de carácter un poco más adulto pero no por ello menos divertida.
Abelardo, como siempre tenía una anécdota que contar de otras cantinas de Berisso y Ensenada a las que solía ir con el abuelo, quien hiciera las veces de padre a falta del suyo.
Cuando habla del abuelo se le iluminan sus ojos celestes que parecen más claros de lo que verdaderamente son. El abuelo, a pesar de ser herrero de obra contaba con un gran caudal intelectual, de tipo autodidacta y esa experiencia de la vida del inmigrante. El desarraigo, las primeras experiencias laborales siendo un adolescente en el frigorífico Swift, luego peón de herrero, pasando por los distintos estados económicos hasta que se hizo su propio capital, su taller, sus herramientas personales y luego, una vieja Rastrojero para repartir los trabajos o para hacer los domicilios. La misma Rastojero con la que, junto a la abuela, fueran de luna de miel a Mar del Plata, a un hotel del sindicato.
Cuando no estaba con la fragua, estaba con un libro entre manos. Leía por las tardes y por las noches. Sus pasiones eran los policiales y la poesía. Tenía la colección completa de Agatha Cristhie que había ido comprando los domingos, en la plaza de Berisso a un revendedor de libros usados y de Chesterton, toda la saga del Padre Brown, y algunos otros. Whitman era su poeta predilecto, pero también leía a los españoles, a Neruda y cuanto poeta cayera en sus manos, él lo disfrutaba. Esa costumbre la heredó Abelardo, incansable lector.
Los jamones le recordaron una trifulca que se armó en una de esas visitas en donde el exceso de caña produjo un encontronazo de dos parroquianos que terminó con el vuelo de un jamón que estalló en el espejo detrás del mostrador. El cristal biselado se hizo añicos. Volaron pedazos hasta las últimas mesas.
Nos fuimos sin pagar, fue la picardía del abuelo, nos contaba. Lo único que le pidió fue, no le cuentes a tu vieja. Ese fue un secreto que guardó hasta ahora, nos confesó que nunca lo contó respetando la complicidad con el abuelo, para que la vieja no se enterara ni de la trifulca, pues nos los hubiera dejado ir más a esos lugares considerados peligrosos, ni lo de la de paga Dios, pues la honestidad de su mamá era tan pero tan grande que no les hubiera perdonado nunca esa cosa de niños que a veces tenía el abuelo.
La alegría de los muchachos fue enorme al ver que la cantina contara entre la carta de vinos, un papel adherido a un pedazo de madera terciada, engrasado por los dedos que elegían tipos y precios, con la línea de Vinos Gato Negro.
La filmación se demoraba lo que nos permitía desenvolvernos con total libertad, por momentos a los gritos cuando explotaba la carcajada del Negro tan potente y tan contagiosa. Del jamón de Abelardo pasamos a una oveja que se robó el Negro en Malvinas para compartir con los compañeros de posición. Contó que lo difícil fue cuererla pues los cuchillos que tenían carecían del filo necesario para la tarea requerida y la idoneidad del carneador era tan limitada como el elemento en uso.
Siempre lo cargábamos con que volvió a Malvinas por que extrañaba a su novia de nombre Dolly y él, con ese humor tan negro como su piel, se reía a carcajadas.
Por fin, cuando ya habíamos pedido guiso de lentejas para todos, comenzó la filmación. El intérprete de Cardey cantaba bárbaro y hacía unos chistes que, con lo tentados que ya estábamos por los cuentos de Abelardo y los jamones, potenciaba nuestras risas. Era tan natural el desenvolvimiento de nuestra mesa que el director estaba fascinado. Aplaudimos la primera canción que interpretó el falso Cardey con un entusiasmo tan grande -producto de nuestra emoción- que el cantante nos agradecía con besos a nuestras bellas mujeres. La consecuencia, sin querer, era que pasábamos de extras a casi actores de reparto, pues la cámara enfocaba a nuestra mesa mucho más que a las restantes.
El guión sufrió una alteración que no estaba en los planes ni del director, ni del productor ni de los actores.
Iba llegando más público amigo que, juiciosamente era acomodado en las mesas del fondo que aún quedaban vacías. De pronto, entre los recién llegados se encontraba un ex diputado nacional que ya estaba algo alejado de la política de primer nivel. La cara de Lionel se desdibujó.
-Ese hijo de puta no puede compartir este momento de algarabía que estamos disfrutando.
Solcito, su mujer, trató de contenerlo y, con la dulzura que la caracteriza le pidió, casi le suplicó:
-Lio mi amor, no te enfades, por favor, tratá de ignorarlo.
Habíamos tomado tantos Gatos negros que el mocoso tenía potenciado su mal estar. Se paró, se acercó al recién llegado y lo increpó.
-Como podés andar tranquilo por la vida después de haber votado las leyes de obediencia debida y punto final, no te da vergüenza, por que yo me acuerdo que levantaste la mano, no había tablero electrónico en esa oportunidad.
Un gran silencio congeló a la cantina.
Y del silencio apareció la grandeza de Abelardo. Reencarnado en su abuelo Braulio lo abrazó con sus dos bestiales brazos y lo llevó hacia su pecho.
-Vení, dejalo. Este sí que es un muerto civil. Te acordás cuando estudiabas Romano y Parte general, la figura del muerto civil. Bueno, aquí tenés uno. Tiene vida pero está muerto. Es como un espectro de Ipsen, deambula por la vida pero ya no existe ni política ni socialmente. El día que votó esas leyes se suicidó políticamente.
El ex diputado Gancedo, tomó a su esposa por el brazo y como entró se retiró en silencio, avergonzado una vez más de su pasado legislativo.
Suavemente, Abelardo trajo a Lionel a la mesa y, antes que el joven director diera la orden de “acción”, pedimos otro Gato Negro.
La película siguió rodándose como si nada hubiera pasado. En la edición, seguramente que faltará el desafío y, a pesar del mal momento, esta vez, quizás recordando todos a la madre de Abelardo, pagamos religiosamente nuestra cuota parte.

XVII
Seguíamos en julio y a pesar de la editorial realizada en conmemoración del día de la independencia, el mismo 9 de julio la ciudad fue escenario de algo inusual. Después de ochenta y tantos años nevó. El programa ya había pasado el jueves anterior y el día de la independencia fue tan especial, tal vez, salvando las distancias, por la alegría de los ciudadanos, como aquel de 1916. Este jueves no podíamos dejar de hacer mención al acontecimiento vivido la semana anterior, razón por la cual Abelardo, una vez más, cargó con la responsabilidad de abrir el programa.

HISTORIAS O HISTORIETAS
¡Está nevando! dijo contento el esposo, aunque dentro de un cerrado marco de cotidianeidad.
-Ya empezás a hablar boludeces, sos tan bruto, cómo va a nevar en La Plata. Dijo la esposa dentro del mismo marco.
Los chicos ni siquiera miraron.
El único asombrado fue el visitante, porque por el ventanal se podía apreciar, que lo que decía el marido era cierto.
La visita se retiró con gran apuro y enojado, es que a un amigo, “Bruto” tan gratuitamente no se le dice. Previo a los saludos de rigor, falsos para con ella y disfrutando porque su amigo había tenido razón, se fue bajo la ya intensa nevada.

9 de julio, que bueno, corriendo a buscar a las nenas, y acto seguido “culopatín” en cuanto sector de la ciudad se nos ocurra, mojados, muertos de frío, pero con una alegría enorme, que se compartía con todo el mundo y todo muy bien documentado en fotografías de todo tipo y pose.
Así estaba la ciudad blanca y hermosa, como una novia nuestra, porque por mas nevada que haya, no todas las novias son hermosas.
Que me perdonen las feas, decía Vinicius de Moraes...

Toda alegría, todos contentos, pero lo abrazó un golpe de mala onda, bueno no tanto, recordando programas anteriores y viendo esos copos que son patrimonio de otra geografía recordó a uno de los maestros del terror Lovecraft y “El color que cayó del cielo”, en el cual el color terminaba con todo lo que tenía vida y de una manera espantosa.
Es que estos tipos metían miedo, aunque al menos en el instante de tocarla nuestra nieve nada malo hacía.
Sin embargo, otro recuerdo, no de terror, sí de una ciencia ficción maravillosa, realizada en historieta, de la que este año se cumplen 50 años de su aparición y casualmente 30 años de la desaparición de su autor Héctor Germán Oesterheld en manos de la temible dictadura.
Francisco Solano Lopez, el dibujante de la saga dijo luego del 9 de julio nevado: “...si la vida imita al arte, la nevada que cayó sobre Buenos Aires fue, entonces, el homenaje que la naturaleza rindió a los copos radiactivos y mortales de “El Eternauta”, aquellos que dieron pie a la metáfora premonitoria de un país arrasado, entregado a intereses extranjeros...”

Entre una y otra nevada existen algunas diferencias, la del 9 de julio mató de frío a unos pocos, la de ficción a todos los que tuvieron contacto con ella, durante horas la alegría fue inmensa y mi amigo transformado por unos segundos en Juan Salvo, le demostró a su esposa que tan bruto no es y que ve muy bien, lo que ocurre a través de la ventana.
Ah, y que ella como esposa, no tiene nada que ver con la Elena de Juan Salvo.


XVIII
Abelardo debió ausentarse por unos días en la semana. Debía viajar, eso fue todo lo que dijo. Luego nos enteramos, tintos de por medio, cuál había sido el motivo de su ausencia.
Mar del Plata es una ciudad para todo el año, piensa Abelardo mientras conduce junto a su madre que va a su lado, en silencio, contemplando perdida la línea del horizonte. Si la feliz la llaman, entonces, es feliz siempre, o debería serlo en las peores temporadas como las de Abril o Mayo, concluye, cuando los aluviones capitalinos aminoran y en el restaurante Montecatini se puede comer como la gente sin tener que hacer cola en la puerta y uno morirse de hambre en el intento. Madre e hijo salieron de La Plata luego del mediodía; por Ruta 2 y a 120 km por hora tendrían que haber llegado en tres horas y media, pero van cuatro y todavía quedan unos cuantos kilómetros por recorrer. Abelardo es su único hijo, para él, ella es un verdadero ejemplo de vida, una verdadera patriota: docente jubilada, 300$ al mes, devota ferviente de la Rosa Mística todos los 28 de cada mes. Abelardo es ateo, pero siempre le llamo la atención esa costumbre de su madre todos los 28 de cada mes.
Están entrando a Mar del Plata, Abelardo no pegó un ojo en toda la noche, ahora mira a su madre con cara de preocupado, por las facciones se nota que está triste, muy triste, podría decirse que es el día más triste de su vida. Entonces ingresa por avenida Constitución y se dirige a la playa Alfonsina, allí le pidió que se dirija su madre. Alfonsina y el Mar. Alfonsina Storni, madre poética o también patriota, piensa Abelardo, como la Rosa Mística tal vez, como Eva Perón, quizás… Ni bien llegan, estaciona el auto a una cuadra de la playa, justo entonces alcanza a divisar un pequeño letrero sobre una de las casas de la costanera, dice: “Sr. K. Bar”. Allí se dirigen, o se desvían de la playa, caminan pausados, como zigzagueantes. Abelardo lleva a su madre, la contiene, por momentos la abraza, esta vez no se siente sólo, pero una profunda tristeza lo atraviesa, viene de lejos, de algún lugar de su infancia que no alcanza a reconocer.
“Un whisky”, pide Abelardo apoyándose levemente sobre la barra y dejando a su madre sentada sobre una silla. Y el Barman que los mira, primero desconcertado, luego con cierta desconfianza; como diciendo, de dónde salieron este tipo con esa cara de desvele y esa vieja que lo acompaña, “acá sólo se atienden pescadores…”, pero en realidad todo esto lo supone Abelardo y el tipo no dice nada, se limita a servirle nomás en silencio, agrega un hielo dentro de un vaso transparente sobre el que vierte media medida de un líquido ocre. Abelardo gira el vaso en redondo unos segundos para que se enfríe y se lo echa en el gaznate, luego arroja un billete de cinco pesos sobre la barra, toma a su madre de la silla y sale para la playa.
Están bajando por la escalinata de Alfonsina. En esa escena alcanzamos a vislumbrar Abelardo ante la escollera, con su típica cadencia pausada, apenas encorvado hacia adelante, abraza con todas sus fuerzas a su madre para protegerla del viento, que a esa hora es como una suerte de latido sincopado levantando arena de la playa en el aire, para regresarla nuevamente por unos minutos a la calma; así una y otra vez. Pero de pronto, luego de saltar una pendiente de piedra, el hijo se da cuenta que para bajar lo más cercano posible hasta las olas tiene que seguir un camino sinuoso de filosas piedras, es decir, tiene que apear a la madre a la altura de sus hombros, entonces le susurra algo para tranquilizarla, puede que un poema, puede que un te quiero, no lo sabemos; y se desliza con cuidado, tratando de no dar con un canto húmedo, de manera de no resbalar. Pero retrocede, lo vemos regresar en cada uno de sus pasos. Abelardo se siente cansado, a esa altura siente que su cuerpo es como que no le responde, su espalda dormida, los brazos se le caen. Lleva a su madre haciendo equilibro hasta la escollera, allí la sienta y el se sienta a su lado. Recuerdan juntos la primera vez que Abelardo fue a la playa cuando sólo tenía tres años, el viejo Gesell, las dunas, el mate y papá que todavía estaba con nosotros. Abelardo trata de no mirar a su madre, su vista se pierde en la calle, en el reflejo de los autos que pasan, pero en eso se detiene en algo que le resulta familiar, claro, allí estuvo exactamente hace veinte minutos: “Sr. K. Bar”. Allí se dirigen nuevamente.
El Barman los vio ingresar de nuevo y sin necesidad que Abelardo diga nada, enseguida colocó el vaso transparente y lo cargó con la misma medida de whisky que hace menos de media hora sirvió a ese hombre con esa mirada como extraviada, con las pupilas semicerradas por el cansancio o, vaya a saber uno, si por el peso del mundo. La madre volvió a sentarse en la silla, mientras Abelardo se puso a hablarle sobre las cosas absurdas del mundo que lo llevaban al ateismo, como la rutina de su trabajo o la violencia incierta que despliegan algunos hombres, o el terror, el miedo y el silencio que inaugura la incomunicación, los besos que nunca se envían por carta porque se los devoran en el camino los fantasmas (esto último lo leyó alguna vez de las Cartas de Milena de Franz Kafka, y Abelardo gusta en repetirlo). Ella contempla sus manos, los pómulos, las orejas, la forma en la que se mueve su boca cuando habla, tan parecida a la de su padre. En pocos minutos salen del Bar y ya están en la Costanera de nuevo, ahora sí, decididos a cruzar la escollera y dirigirse a las piedras. Así lo hacen, lentamente, van como volando aferrados de las manos, bajan uno y otro escalón de piedra en forma sigilosa, hasta el justo lugar donde la espuma de las olas se queda atrapada. Entonces Abelardo toma a su madre con delicadeza con las dos manos, la levanta aferrándola sin de modo que no resbale, clava sus ojos en el cielo y sus ojos se llenan de lágrimas.
El iris azul de sus ojos se contrae por el efecto ardor de las lágrimas y el resplandor del sol, en eso Abelardo baja su cabeza en el mismo momento en el que el rezago de una ola llega a mojar por completo sus zapatos y siente un frío que le duerme de inmediato la base de los talones va subiendo lentamente hacia arriba. Necesito un Whisky de nuevo, piensa, tiene ganas de volver atrás, retroceder los pasos por donde vino, junto con su madre en el auto, de nuevo hacia La Plata y que todo se vaya al carajo... Pero su madre descansa sobre sus brazos, la sostiene frágil parado sobre una roca como si tuviera en sus manos un trofeo o una ofrenda para alguna divinidad de la que en verdad él -por convicción- no cree. Está un minuto en esa posición hasta que empieza a sentir escalofríos, son en realidad escalofríos mentales, adentro de su cabeza y no en su cuerpo, como una angustia existencial acumulada toda en golpes secos sobre un punto de la sien que le impiden bajar la cabeza, abrir la urna que acarrea desde tan lejos y esparcir las cenizas como ella le pidió, en ese lugar, en el lugar de la maravillosa Alfonsina. Pero Abelardo no puede bajar lo brazos, no tiene fuerzas, ni animo, ni necesidad de abrir la caja, pues a esa altura del partido le resulta ridículo pensar que si la abre la libera; la libera de qué… de la caja, del mundo.... Entonces cierra los ojos con todas sus fuerzas, se pone de espaldas al mar y arroja la urna hacia atrás, sin siquiera mirar, sin escuchar el ruido contra la ola que debería hacer la caja, en ese momento pierde todo contacto perceptivo con lo que debería ser su madre, lo real. Ahora ella es libre y está donde quiso estar. La caja es polvo y será polvo con el polvo, y se da cuenta que ese razonamiento es menos absurdo o inútil que el anterior.
Cuando Abelardo abre los ojos está apoyado en la barra del “Sr. K. Bar”, no sabe cómo llegó allí. Bebe whisky, el Barman lo mira sin decirle palabra, resulta extraño, al servirle otra copa hace un gesto como de comprensión, es como si ambos se conocieran desde hace años. Abelardo duda un momento en volverse a La Plata o quedarse en un Hotel de Mar del Plata, cerca de la estación de micros. Recuerda uno por calle Colón, una pocilga de la adolescencia cuando solía veranear con los amigos de Rugby, comían en el Puerto y luego se iban de putas por ahí. Mejor quedarse en la feliz, total por unos días no requerirá de sus servicios en la Casita de Kafka. Además pasado mañana será día 28 y recién entonces tendrá un motivo para volver. La Rosa Mística lo espera, no sabe porqué, pero a partir de ese día, es decir todos los 28, la Rosa Mística lo espera.
Todavía recuerdo cuando ese último jueves, mientras Don Negro y Lionel se regodeaban con ese asado del que no probé bocado, Abelardo nos contó de cuando murió su madre y él la llevó a la playa Alfonsina para esparcir sus cenizas.
En el fondo yo creo que Abelardo es un poco como Pappo: “no obstante lo cual…” (diría el Napolitano haciéndose el letrado), “que nadie se atreva, a tocar a mi vieja…”.
Es un grande, ni él mismo se atrevió en los últimos momentos.

XIX
El receso invernal permitió que, salvo el Negro, cada uno de nosotros disparara par algún lugar del país.
Lionel partió hacia Mendoza justificando un paseo en su búsqueda inagotable. Sabía que Silo se había instalado en la región Cuyana e iba en pos de más información sobre la historia de sus viejos.
Cuando jóvenes habían sido militantes siloístas. Charlar con lo que queda de Silo era una forma de seguir conociendo su historia. Hacia allá fue con la esperanza de poderse descubrir cada día un poco más.
Al llegar a la ciudad de Mendoza, se alojó en un hotel luego de un largo viaje en auto de casi doce horas de duración. Estaba bastante cansado, tirado en la cama del cuarto. A su lado su hija Juana hacía zapping con el control remoto. Sole, su mujer se estaba bañando, oía el agua de la ducha que corría. Por primera vez sacó de su bolso, el manuscrito que yo le había dado, para que hiciera sus apreciaciones literarias. Quien mejor que él podía hacer una crítica de mi proyecto de novela.: “Concierto a cuatro manos…”. No sabía bien porqué, pero de entrada había algo que no le gustaba del título, por los pocos datos que poseía sobre el contexto en el que la novela había sido escrita, intuía que se trataba de una pura obviedad. Como cuando uno tiene una pipa entre las manos, desde Magritte para acá no se trata de una pipa, es algo más profundo, más complejo o, acaso, más simple (una pipa puede ser un gato, como la escritura cuatro manos un arpa o el cielo). Entonces, creía que la novela debería llamarse, de otra manera. Pensó tal vez, “Lemuria”, y su subtítulo: viajes desde la pecera.
De pronto, escuchó que el sonido del agua que venía del baño dejaba de correr. Sole se aparece con un turbante de toalla en la cabeza y le pregunta si estaba cansado después de tanto traqueteo.
En el año 1967 Facundo Jiménez fundó el Movimiento Siloista desde la Cordillera de los Andes, más precisamente, desde su primera aparición en la base del cerro Punta de Vacas. Desde allí se ungió a sí mismo como guía espiritual, e hizo un llamado a la paz y a la reconciliación universal del ser humano consigo mismo.
El padre de Lionel, si bien no estuvo en aquella jornada, fue seguidor suyo desde un principio; pero finalmente desaparece en abril de 1977. Sin embargo, supongo, que como al peronismo, llevó siempre al Siloísmo en las venas. Una de las ideas clásicas del Siloísmo fue la de crear Lemuria (el otro nombre de la Atlántida), y llevar a cabo el sueño de Thomas Moro en su novela Utopía; pero hacerlo de otra manera, a la manera Siloista: Tomar por asalto la Isla de Pascua (Chile) para declararla primer territorio para el hombre nuevo, para una vida en paz, de autentica libertad, felicidad y fraternidad.
Lionel, tirado en la cama del hotel, piensa que su padre siempre creyó en Lemuria. El también cree en Lemuria. Todo Collar de Perlas creemos en Lemuria.
Mientras tanto, continúa leyendo el manuscrito-novela. Están aquí transcriptas las editoriales de los programas radiales más conmovedores. Hay anécdotas de pecera, hay homenajes explícitos y otros no tanto, comentarios de pasillo tribunalicio, contactos nocturnos con Abelardo, crónicas sobre Ella y Legítima, polémicas entre compañeros radiales, situaciones litigiosas y de la vida real. Piensa, por un momento, a quién le puede interesar todo esto. A nadie supone, a nosotros, tal vez. ¿Cómo corregir y criticar una situación que se vive desde el alma, o que es reflejo de un estado del alma?
Un año y medio haciendo lo que a uno le gusta, y de golpe, aparece este manuscrito-novela que, más allá de las formas y los modos de contar, lo lleva a uno a revivirlo todo de nuevo. A esta altura se atreve a decir que la Radio es la vida y la vida es la Radio.
Como una caricia que viaja en el tiempo, el manuscrito-novela retoma imágenes que vuelven para rozarnos, cada perla del collar está allí viva, late, una antología de las mejores perlas con toda su fuerza. ¿Pero el que no lo vivió?, ¿Cómo contárselo? El problema es ese, justamente, cómo contárselo. Revivir una perla radial.
A la noche, Lionel se vuelve a tirar en la cama del hotel a seguir leyendo la novela. Piensa en el sentido de las anécdotas que allí se cuentan, en lo que significa hacer un programa de radio, en la gente que escucha del otro lado y que cree en lo que escucha, porque si uno está allí a las nueve de la noche es porque uno cree en lo que escucha, si no estaría en otra cosa, más teniendo a esta altura tantos medios para escuchar. Si elige tan sólo una pequeña emisora de radio, con cuatro individuos que le hablan de literatura y vida, es porque la vida es literatura. No hay nada de lo que somos que no sea literatura. Estamos hechos de una voz. Podemos hacerla vibrar, podemos hacerla escribir. El problema es si la voz de una radio puede llegar a convertirse en una novela, y esa novela difundirse, abrirse al mundo.
Le viene a la memoria, súbitamente una carta que conserva de su padre en la que habla de una supuesta conversación que tuvo con Silo acerca de la preparación espiritual de los revolucionarios. Y con el manuscrito en las manos se quedó plácidamente dormido.
Soñó sueños diversos. Un viaje espacial y desde la atmósfera, uniformes camuflados que llevan gente en carros celulares. Gritos, fuego y de pronto, un mar azul, sereno, casi un espejo de agua y en el fondo una protuberancia terrestre. Frondosa vegetación, palmeras, mucho verde. Un áurea angelical que cubre, como un arco iris, la isla. Pero la isla está desierta.
Por la mañana, recorren junto a su hija y a Sole el centro mendocino e ingresan a una librería de saldos. Por esas cosas de la casualidad, encontró en un estante la obra completa de Alfonsina Storni (Edit. Capeluz, Bs. As. 1974). Comenzó a hojearla y de pronto le llaman la atención los siguientes versos: “… la cenizas no vuelan/ entre nosotros/ sabemos/ siguen allí/ a dónde quiera que vayas/ siguen allí/ el mar imperceptible/ el que tú miras/ nunca se mueve…”
Lionel queda estupefacto pensando en Abelardo y su último viaje a Mar del Plata junto a su madre. Los whiskys, las olas y las cenizas volando por el aire.
Una lágrima se desliza por su mejilla hasta estallar en la portada del libro de Alfonsina que sujeta con ambas manos, salpicando, casi bendiciendo la estantería repleta de libros en venta.

Abelardo arrancó en dirección opuesta. Gran admirador del Negro Fontanarrosa, no tuvo mejor idea que instalarse unos días en la gran Rosario en busca de inspiración extra.
Por las mañanas, se sentaba en una mesa del bar El Cairo, cerca de la ventana que da a la calle y desde allí, intentaba escribir un cuento.
El cuento era algo autobiográfico. Intentaba ficcionar sus vaivenes emocionales, sus andanzas nocturnas y sus reconciliaciones con sus hijas. En el cuento, igual que en la vida real, le regala, a los dieciocho años un Mehary azul a Lucía, su hija mayor, para que adquiera la independencia que necesita, viviendo a algunos kilómetros del centro de la ciudad. Lucía estudia periodismo, como él ahora, unos años más adelantada. Circunstancialmente comparten algún compañero rezagado.
Pensó en el auto que él quiso y no pudo tener a esa edad. Pensó en la Rastrojero del abuelo y lo más parecido a lo que había en el mercado.
Sin embargo, mientras saboreaba un cortado, surgían una tras otra futuras editoriales.
Así pasó una semana hasta que por fin, un poco por sí y otro poco por presión de las mujeres –su mujer y sus hijas- partieron rumbo a Córdoba. Su cuento feneció en la novena página.
La altura de la sierras no fue la mejor elección que debió tomar el bueno de Abelardo. Se sentía agitado, le faltaba el aire. Cada cuesta era un sacrificio y la fatiga se terminó tornando en fastidio.
Con ese arrebato que lo caracterizó siempre, subió a las cuatro mujeres al Golcito y, luego de juntar la ropa y sus manuscritos, sin escala, en ocho horas estaban de nueva en la ciudad de las diagonales.
Esto le costó una pequeña enemistad con las tres mayores, que duró algo así como una semana. La niñita, no advertía los verdaderos motivos del retorno anticipado y eso la mantenía al margen del conflicto.
Una vez que recuperó el ritmo cardíaco, gracias al paso de los días y a encontrarse nuevamente a nivel del mar, fue reconciliándose consigo mismo y, gracias a ello, recuperando una a una a su mujer y sus hijas, quienes habían visto truncadas sus vacaciones invernales, producto del mal humor que atacó a Abelardo.
Por mi parte partí para el sur, a reencontrarme con amigos de la juventud.
Junto a mi familia permitimos que la gravedad nos dejara caer rumbo a la Patagonia y en una cabaña del parque Arauco, intentamos algo así como una especie de retiro espiritual. No buscamos acercarnos a Dios, ni a Silo, ni a ningún guía espiritual sino que nos bastaba con alejarnos de la rutina y de las presiones laborales. Necesitábamos descansar y creo que lo logramos.
El gran Negro, se hizo cargo de Collar y revivió sus antiguos años de Mercenario. Con tres vinilos de Luis Alberto Spinetta y con historias del rock nacional, supo llenar una hora memorable de música y poesía.
Curiosamente, en la soledad, pudo lograr uno de los mejores programas del ciclo.
Pescado Rabioso interpretando Artaud, y la voz del Negro contando a los pocos oyentes que quedaron en la ciudad los misterios de los rockers y las fuentes de sus inspiraciones musicales.

XX
La radio fue intervenida y el programa fue levantado. Nuestra propuesta literaria atentaba contra lo comercial y la ideología imperante. A nadie le interesa ya la literatura, los clásicos.
Menos aun, el rock sinfónico.
Nos quedamos sin pecera, sin isla y sin viaje. Sin embargo algo me hizo reflexionar.
Por fin descubrí que Lemuria no es un lugar físico. No está en ninguna parte, en ningún mapa. Es un estado de ánimo que está en cada uno de nosotros. Aparece cada vez que lo buscamos. En mi despacho, en la radio, en el bodegón en que nos juntamos a cenar cada jueves.
Viajamos a nuestra Isla cada vez que nos conectamos y sintonizamos la misma frecuencia. No tenemos que ir a ningún lugar, solo pensarla.
Así, sin programa y sin Lemuria, nació este poema:

Vivan
los peces
que nadan
en esta pecera
y se abrazan
en lo profundo
y que
pronto dejarán
en la historia
una pagina o
un libro
escrito
un abrazo,
mil abrazos
de nuevo
mis amigos.


FIN