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lunes, 18 de enero de 2010

ALFONSINA STORNI


FRENTE AL MAR

Oh mar, enorme mar, corazón fiero
De ritmo desigual, corazón malo,
Yo soy más blanda que ese pobre palo
Que se pudre en tus ondas prisionero.

Oh mar, dame tu cólera tremenda,
Yo me pasé la vida perdonando,
Porque entendía, mar, yo me fui dando:
"Piedad, piedad para el que más ofenda".

Vulgaridad, vulgaridad me acosa.
Ah, me han comprado la ciudad y el hombre.
Hazme tener tu cólera sin nombre:
Ya me fatiga esta misión de rosa.

¿Ves al vulgar? Ese vulgar me apena,
Me falta el aire y donde falta quedo,
Quisiera no entender, pero no puedo:
Es la vulgaridad que me envenena.

Me empobrecí porque entender abruma,
Me empobrecí porque entender sofoca,
¡Bendecida la fuerza de la roca!
Yo tengo el corazón como la espuma.

Mar, yo soñaba ser como tú eres,
Allá en las tardes que la vida mía
Bajo las horas cálidas se abría...
Ah, yo soñaba ser como tú eres.

Mírame aquí, pequeña, miserable,
Todo dolor me vence, todo sueño;
Mar, dame, dame el inefable empeño
De tornarme soberbia, inalcanzable.

Dame tu sal, tu yodo, tu fiereza,
¡Aire de mar!... ¡Oh tempestad, oh enojo!
Desdichada de mí, soy un abrojo,
Y muero, mar, sucumbo en mi pobreza.

Y el alma mía es como el mar, es eso,
Ah, la ciudad la pudre y equivoca
Pequeña vida que dolor provoca,
¡Que pueda libertarme de su peso!

Vuele mi empeño, mi esperanza vuele...
La vida mía debió ser horrible,
Debió ser una arteria incontenible
Y apenas es cicatriz que siempre duele.

DOLOR

Quisiera esta tarde divina de octubre
Pasear por la orilla lejana del mar;

Oue la arena de oro, y las aguas verdes,
Y los cielos puros me vieran pasar.

Ser alta, soberbia, perfecta, quisiera,
Como una romana, para concordar

Con las grandes olas, y las rocas muertas
Y las anchas playas que ciñen el mar.

Con el paso lento, y los ojos fríos
Y la boca muda, dejarme llevar;

Ver cómo se rompen las olas azules
Contra los granitos y no parpadear

Ver cómo las aves rapaces se comen
Los peces pequeños y no despertar;

Pensar que pudieran las frágiles barcas
Hundirse en las aguas y no suspirar;

Ver que se adelanta, la garganta al aire,
El hombre más bello; no desear amar...

Perder la mirada, distraídamente,
Perderla, y que nunca la vuelva a encontrar;

Y, figura erguida, entre cielo y playa,
Sentirme el olvido perenne del mar.

TU ME QUIERES BLANCA

Tú me quieres alba,
Me quieres de espumas,
Me quieres de nácar.
Que sea azucena
Sobre todas, casta.
De perfume tenue.
Corola cerrada

Ni un rayo de luna
Filtrado me haya.
Ni una margarita
Se diga mi hermana.
Tú me quieres nívea,
Tú me quieres blanca,
Tú me quieres alba.

Tú que hubiste todas
Las copas a mano,
De frutos y mieles
Los labios morados.
Tú que en el banquete
Cubierto de pámpanos
Dejaste las carnes
Festejando a Baco.
Tú que en los jardines
Negros del Engaño
Vestido de rojo
Corriste al Estrago.

Tú que el esqueleto
Conservas intacto
No sé todavía
Por cuáles milagros,
Me pretendes blanca
(Dios te lo perdone),
Me pretendes casta
(Dios te lo perdone),
¡Me pretendes alba!

Huye hacia los bosques,
Vete a la montaña;
Límpiate la boca;
Vive en las cabañas;
Toca con las manos
La tierra mojada;
Alimenta el cuerpo
Con raíz amarga;
Bebe de las rocas;
Duerme sobre escarcha;
Renueva tejidos
Con salitre y agua;
Habla con los pájaros
Y lévate al alba.
Y cuando las carnes
Te sean tornadas,
Y cuando hayas puesto
En ellas el alma
Que por las alcobas
Se quedó enredada,
Entonces, buen hombre,
Preténdeme blanca,
Preténdeme nívea,
Preténdeme casta.

En 1937 se suicida Horacio Quiroga y ella le dedica un poema de versos conmovedores y que presagian su propio final:

Morir como tú, Horacio, en tus cabales,
Y así como en tus cuentos, no está mal;
Un rayo a tiempo y se acabó la feria...
Allá dirán.
Más pudre el miedo, Horacio, que la muerte
Que a las espaldas va.
Bebiste bien, que luego sonreías...
Allá dirán

Alfonsina Storni
Nació en Sala Capriasca (cantón suizo del Ticino) el 22 de mayo de 1892.
A los cuatro años se trasladó con sus padres a Argentina. Vivió en Santa Fe,
Rosario y Buenos Aires. Terminó su vida suicidandose ahogada en la playa
de la Perla en el mar de Plata el 25 de octubre de 1938.

Alfonsina Storni está en ese intermedio epocal y estético que a veces ha
querido verse como simple acotación entre dos ismos: el modernismo y la
vanguardia. Pero el postmodernismo no sólo hizo fundaciones, sino que
apresó, en medio de sus rechazos, mucho de lo que el modernismo daba
de turbulencia creadora a la vanguardia poética. En ese plazo histórico
crece cualitativa y cuantitativamente el discurso femenino con la certeza
de que la mujer no sólo es guardadora, sino individuo pensante. No es
extraño entonces que la voz femenina sea tan representativa a partir
de la década del 10 de nuestro siglo y que en la primera fila se destaque,
como iniciadora en la poesía, Alfonsina Storni, junto a Delmira Agustini,
Juana de Ibarbourou, Gabriela Mistral, Eugenia Vaz Ferreira,
Dulce María Loynaz.

En medio de las tensiones comunicativas y las propias íntimas,
Alfonsina debe buscar un ajuste, reacomodar la voz y colocarla en
una perspectiva del discurso. Entre esos movimientos reflexiona
críticamente y se autorreflexiona como en una subjetividad escindida,
es una manera de aparecer y encubrirse, de proyectar la imagen
infractora y mediatizarla. En su poesía este forcejeo se evidencia en
motivos reiterados como recursos tropológicos, tras los cuales se
califica al sujeto. Estos elementos connotan el transcurrir poético, los
pasos de su evolución, los tanteos del alma de aquella mujer que
había llorado una lágrima cuadrada y bebido la de la madre como
veneno de una ancestral resistencia ante el abuelo y el padre. Estos
motivos pertenecen al mundo sensorial del cuerpo y la naturaleza.


Publicó siete libros de poemas: La inquietud del rosal (1916), El dulce
diario (1918), Irremediablemente (1919), Languidez (1920), Ocre (1925),
Mundo de siete pozos (1934) y Mascarilla y trébol (1938), además una
Antología poética (1938) que contenía poesías inéditas y un libro de
poemas en prosa, Poemas de amor (1926)

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