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lunes, 5 de abril de 2010

REINALDO ARENAS




Voces

Nosotros vinimos por el aire
Nosotros vinimos por el mar
Nosotros llegamos amarrados a la cámara de un auto
Nosotros llegamos sujetos a la rueda de un avión
Nosotros salimos conjurando tiburones y gardacostas
Nosotros salimos taladrando un túnel en el aire
Nosotros salimos agarrados a la cola de un cometa
Nosotros llegamos a nado, vomitando la bilis,
soltando el bofe,
los huesos al sol, deshidratados,
descarnado el corazón.
Sí, sin duda somos los más dichosos
-los afortunados.
Los demás yacen sin tiempo bajo el mar
o condenan nuestra fuga
mientras secreta y desesperadamente desean partir.


Poema Autoepitafio de Reinaldo Arenas

Mal poeta enamorado de la luna,
no tuvo más fortuna que el espanto;
y fue suficiente pues como no era un santo
sabía que la vida es riesgo o abstinencia,
que toda gran ambición es gran demencia
y que el más sordido horror tiene su encanto.
Vivió para vivir que es ver la muerte
como algo cotidiano a la que apostamos
un cuerpo espléndido o toda nuestra suerte.
Supo que lo mejor es aquello que dejamos
-precisamente porque nos marchamos-.
Todo lo cotidiano resulta aborrecible,
sólo hay un lugar para vivir, el imposible.
Conoció la prisión, el ostracismo,
el exilio, las múltiples ofensas
típicas de la vileza humana;
pero siempre lo escoltí cierto estoicismo
que le ayudó a caminar por cuerdas tensas
o a disfrutar del esplendor de la mañana.
Y cuando ya se bamboleaba surgía una ventana
por la cual se lanzaba al infinito.
No quiso ceremonia, discurso, duelo o grito,
ni un túmulo de arena donde reposase el esqueleto
(ni después de muerto quiso vivir quieto).
Ordenó que sus cenizas fueran lanzadas al mar
donde habrán de fluir constantemente.
No ha perdido la costumbre de soñar:
espera que en sus aguas se zambulla algún adolescente.
(Nueva York, 1989)

Poema De Modo Que Cervantes Era Manco de Reinaldo Arenas

De modo que Cervantes era manco;
sordo, Beethoven; Villon, ladrón;
Góngora de tan loco andaba en zanco.
¿Y Proust? Desde luego, maricón.
Negrero, sí, fue Don Nicolás Tanco,
y Virginia se suprimió de un zambullón,
Lautrémont murió aterido en algún banco.
Ay de mí, también Shakespeare era maricón.
También Leonardo y Federico García,
Whitman, Miguel Ángel y Petronio,
Gide, Genet y Visconti, las fatales.
Ésta es, señores, la breve biografía
(¡vaya, olvidé mencionar a san Antonio!)
de quienes son del arte sólidos puntuales.
(La Habana, 1971)

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