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martes, 14 de julio de 2015

ARNALDO CALVEYRA Y TONY ALLEN


Tony Allen
La música del programa del 13 de julio de 2015 fue de TONY ALLEN músico nigeriano, para muchos, el mejor baterista del mundo. Partícipe del movimiento que se llamó Africa 70, inventaron el afrobeat, que tiene un poco de funk, de soul de rock y la sangre africana de primera mano.
Arnaldo Calveyra

Arnaldo Calveyra (Mansilla, Entre Ríos, 1929-París, 15 de enero de 2015) fue un poeta, novelista y dramaturgo argentino residente en París desde 1960. Fue condecorado por el gobierno francés con la Ordre des Arts et des Lettres.
Vivió en su provincia natal Entre Ríos y cursó estudios en 1943 en Concepción del Uruguay mudándose a La Plata donde estudió filosofía en la Universidad de La Plata.
Trabajó en Ensenada en un muelle de fumigación de barcos y escribió “Diario del fumig
ador de guardia”. el diario que el joven Calveyra iba llevando mientras destapaba tachos de gas venenoso para matar ratas, ratones, cucarachas y otras plagas.
Obtuvo una beca y se instaló en París en 1960 donde conoció y trabajó junto a Julio Cortázar, Alejandra Pizarnik, Claude Roy, Gaëtan Picon, Cristina Campo y Laure Bataillon.
"En Ensenada había un muelle de fumigación. Yo leí un aviso en un diario, me presenté y me tomaron. Por el contacto con el gas, no se podía trabajar más de dos horas. Ahí fui escribiendo el libro. La primera versión es de 1951, lo que hice después fue corregirlo. No se lo mostré a nadie. Hacia el 53, el libro quedó guardado, pero en el fondo de la casa había un arroyo y cuando vinieron los militares canalizaron el puente que pasaba delante de la casa y se inundó todo. Y el original quedo en ese baúl medio mojado, y hasta que lo encontré en 1983, en el curso de un viaje a Argentina; así que me lo llevé a París tras treinta años de olvido", señala Calveyra en la entrevista realizada por Pablo Gianera y Daniel Samoilovich, publicada en el "Diario de Poesía", N° 69, diciembre de 2004
Diario del fumigador de guardia
Duerme el fumigador decano, ha envejecido como envejecen algunos maestros de la costa oriental del Uruguay. Poco a poco la muerte se va cansando de darlo de alta.
Un estuario arrecia, la mente entra en olores. Antes de dormirse nos contó la historia de la laucha que encontró muerta en una lata de conserva.
Y ahora mientras duerme parece estar pensando en otra cosa, tan excluyente el gesto, tan levantadas las cejas. Duerme y respira al mismo tiempo debajo del sauce y en una habitación azotada por respiraciones adversas. Los mosquitos que se posan sobre su frente caen muertos, fulminados al instante.
–Pasado de gas, aclara el compañero, está a punto de despertarse.
*
Se esconde un ángel dentro del botero y la nariz de ese ángel es lo único que asoma de su cara.
Nos va llevando por el canal lleno de sol y humo.
La nariz sigue alargándose a medida que el agua cunde alrededor nuestro y el bote se vuelve de más en más frágil en medio del canal de ceniza. Comparado a esta nariz, todo lo que surge a nuestro paso, y nosotros, es pura imitación.
El botero es el primer fresco de la tarde.
Mis compañeros se divierten, discuten, se empujan, desequilibran el bote, me doy vuelta hacia el sol del botero y abajo y, mientras, ya su remo se ha movido para espantar el agua que lo observa desde tantos lugares a la vez.
Dicen: “aquí poco se sabe de la duración de las cosas y las personas”.
Cerca de estos pastizales el cielo es exilio.
Cuando por fin encuentro la moneda y quiero pagarle el viaje ya es tarde, ya está cerrado su comercio con humanos, los ojos fijos en el agua, el agua oscura que lo observa.
Las cinco. Anda por el cielo, extraviada, una luz de ventana.


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