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martes, 17 de marzo de 2015

En el programa del 16 de marzo de 2015 arrancamos leyendo un artículo del diario El Tribuno de Salta que recuerda un famoso juicio por plagio, donde el demandado decidió recurrir a la poesía para defender sus derechos y contestar el reclamo. Acá lo copiamos: 

Los juicios por plagio literario suelen ser enrevesados y hasta pesados y escabrosos. Pero el que presentamos hoy a los lectores se diferencia de aquellos porque la parte demandada contestó con un alegato original y de hondura jurídica, escrito gran parte en verso, que desbarató los argumentos del acusador. 
Los litigantes eran Francisco Feliciano Mateo, el acusador, y el abogado y poeta Guillermo "Ucururu" Villegas, el demandado. Ambos habían compuesto sendas zambas sobre un mismo tema, con títulos similares. La de Mateo se denominaba "La petrolera", y la de Villegas, con música de Alberto Sauad, se titulaba "Petrolera", así a secas, sin el artículo. Mateo acusaba a Villegas de haber plagiado su obra. Villegas rechazó la demanda de Mateo por "audaz y temeraria".
El pleito era seguido con mucho interés en los círculos artísticos y forenses del país. Cabe señalar que el perito propuesto por Mateo, y aceptado por la Justicia, era el profesor Vicente Pérez que inclinaba su veredicto a favor del demandante, posición que mereció la crítica de Villegas: 
"Se dice que don Vicente Pérez, designado experto único en este juicio, es profesor con título otorgado por la Universidad de Tucumán. Si esto fuera cierto, expresa Villegas, aunque en ningún momento se lo prueba, me afirma en el convencimiento de que las universidades del país están afrontando una crisis decadente".
Lo que sigue es una síntesis de la pieza con la que el Ucururu respondió a la demanda de F. F. Mateo: "Guillermo Villegas, por sus propios derechos, en el juicio que me sigue por plagio don Francisco Feliciano Mateo, a V. S. digo: 
Absurda demanda la que paso a contestar. 
Un poeta, desconocido como poeta; un letrista, desconocido como letrista; un artista, desconocido como artista, me querella, me enjuicia y me difama. Todo porque a pedido, solicitud y encargo, "compuso redondillas de tierna inspiración". Se agravia el vate ignoto y en su ira se atribuye virtudes de musa inspiradora. Si es así, permita V. S.: 
"Aquí Guillermo Villegas,/ por su prestigio y honor,/ viene pidiendo el favor/ que ha de conceder Usía/ de contestar en poesía/ a un ripioso contendor. // Y siendo mi obligación,/ porque es recaudo primero/ fijar domicilio, quiero/ que se tenga muy en cuenta/ que vivo al ciento cuarenta/ de la Veinte de Febrero. 
// Cumplido este requisito/ como vate y abogado,/ digo un poco avergonzado/ que es triste que una canción/ que nace del corazón/ se debata en el Juzgado.// Yo rechazo la demanda/ por audaz e improcedente;/ no concibo que haya gente/ que con imprudencia tal / declare ante un tribunal/ que es artista de repente".
Sigue Villegas: 
"Amén de llamarme deshonesto el actor dice en alusión perversa que "la obra no ha surgido por simple generación espontánea ni como resultado de una noche de disipación alcohólica".
"Yo recurro al verso: "Dice el autor que su obra/ no fue una cosa instantánea,/ que no nace versos/ por generación espontánea.// Que gran contenido artístico/ él con su zamba ha logrado,/ aunque está este contenido/ como el petróleo enterrado.// Don F. y F. Mateo/ diz que su verso es pensado/ y que no lo hizo con vino/ ni por hallarse embriagado.// Pero no sabe que el vino/ vuelve al sacristán ateo,/ al débil lo torna fuerte/ y hasta poeta a Mateo".
Y culminaba así Guillermo "Ucururu" Villegas su defensa en verso: "Por eso le ido a Usía, / si mi derecho complace,/ que la demanda rechace/ por audaz y temeraria,/ y en el fallo a la contraria,/ por comercial y fenicia,/ a pagar costas emplace, / será justicia".

Queda entendido que el escrito de Villegas no se limitaba a la exposición versificada, sino que, además, exponía sólidos fundamentos dichos en buena prosa.

También recordamos el aniversario de la muerte de HOWARD P. LOVECRAFT y Bicho nos mandó unos poemas:

De "Hongos de Yuggoth":
I.  El libro

El lugar era oscuro y polvoriento, un rincón perdido
En un laberinto de viejas callejuelas junto a los muelles,
Que olían a cosas extrañas traídas de ultramar,
Entre curiosos jirones de niebla que el viento del Oeste dispersaba.
Unos cristales romboidales, velados por el humo y la escarcha,
Dejaban apenas ver los montones de libros, como árboles retorcidos
Pudriéndose del suelo al techo... ventisqueros
De un saber antiguo que se desmoronaba a precio de saldo.

Entré, hechizado, y de un montón cubierto de telarañas
Cogí el volumen más a mano y lo hojeé al azar,
Temblando al leer raras palabras que parecían guardar
Algún secreto, monstruoso para quien lo descubriera.
Después, buscando algún viejo vendedor taimado,
Sólo encontré el eco de una risa.

Versión de Juan Antonio Santos y Sonia Trebelt


 Seguimos escuchando a ELLIOT SMITH. ACA PODES ESCUCHAR EL PROGRAMA:


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