HOLLISTER
Asumía Fernando y se dedicaba a destruir lo poquísimo de bueno que había hecho Carlos. En aquel momento me fui a una quiebra devastadora. Con la venta del auto me alcanzó para dejar en casa 300 dólares escondidos en un libro, comprar un ticket aéreo y llegar a Estados Unidos con 100 dólares en el bolsillo.
Internet era demasiado nuevo para buscar Hollister, más aun teniendo en cuenta que el pueblito ni siquiera aparecía en los mapas de papel. Sentí que estaba comenzando un viaje a un lugar inexistente, un viaje a la nada.
Hollister no era pequeño, era insignificante. Una localidad agrícola aislada del mundo y en el medio de una árida geografía. Producían frutillas grandes como naranjas, repollos como pelotas de básquet. Todo a lo yanqui, todo sin gusto. La siesta y el tedio también eran gigantes.
Hollister no tenía taxi ni bondi ni vida nocturna. Lo más parecido a un hecho cultural era una cafetería con fotos de motoqueros y un cartelito que decía “Esta fue la casa de los Blue Angels”.
Dos meses largos como dos décadas. Yo vivía con Frank que había cumplido 92 años y era saludable como un toro. Por las tardes escuchábamos su tocadiscos Wincofon que solo funcionaba en 16. Mi tiempo transcurría como un reloj arena, pero roto. Cuando empecé a ver todo en color sepia, me di cuenta que estaba dentro de una película de terror, una película mala.
Estaba convencido que el silencio de las calles, siempre vacías, me había taponado la cabeza cuando una mañana me despertaron unos zumbidos estremecedores.
Con miedo, salí de la cama para espiar por las rendijas de la persiana. El pueblo estaba siendo invadido por Harley Davidsons. Me vestí rápido, corrí hacia el centro y en minutos llegué a la puerta de la parroquia. Afuera, el cura estaba bendiciendo motos y motoqueros. Le pregunté, que está pasando? Son las Harley, me dijo, vienen una vez por año. Y cuantas son? No sé, miles, varios miles.
Es muy impresionante ver mezclados Hippies viejos con Punks, Abogados y Millonarios. Todos ex–jóvenes motoqueros. Coleccionistas de “Harley” que se dan cita anual en Hollister… una cita a lo yanqui.
Si quieren ver joyas del motociclismo y los más exóticos modelos, en el desfile más alucinante de Harley Davidsons tienen que programarse para un viaje:
A la nada.
René Gadé
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miércoles, 23 de junio de 2010
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