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domingo, 20 de febrero de 2011

Sobre la Novela y otras anotaciones durante un viaje cuyano. Por Juliàn Axat




“…lo que llamo Novela es por el momento un objeto fantasmático…las heridas del “Deseo” pueden ser recogidas, trascendidas por la idea de “confeccionar una Novela”, de superar las contingencias de toda derrota mediante esa gran tarea, cuyo resultado sería una Novela, o mejor dicho, el placer de ir llegando lentamente a ella…”
Roland Barthes. La preparación de la novela.



1.

Ayer Filmus me hizo entrega del manuscrito de novela a presentarse en ese famoso concurso literario. Me pidió que le eche un vistazo durante mis vacaciones. Así lo voy a hacer. Pero el último jueves me quedé pensando en algo que contó Abelardo luego del programa de radio mientras cenábamos; de modo que aquí también lo voy a narrar. Intentaré ser breve, pues esto puede que me lleve otra novela, una novela dentro de otra novela, que a la vez contiene su propia crítica… no suena nada mal. Suena literario.

2.

Acabo de llegar a la ciudad de Mendoza. Me alojo en un hotel luego de un largo viaje en auto de doce horas de duración. Estoy bastante cansado, tirado en la cama del cuarto, a mi lado mi hija Juana hace zapping con el control remoto; Sole, mi pareja se está bañando, oigo el agua de la ducha que corre. Por primera vez saco el manuscrito de Filmus del bolso: “Concierto a cuatro manos…”. No sé bien porqué, pero de entrada hay algo del título que no me gusta, por los pocos datos que poseo sobre el contexto en el que la novela fue escrita, intuyo que se trata de una pura obviedad. Como cuando uno tiene una pipa entre las manos, desde Magritte para acá no se trata de una pipa, es algo más profundo, más complejo o, acaso, más simple (una pipa puede ser un gato, como la escritura cuatro manos un arpa o el cielo). Entonces, creo que la novela debería llamarse, indefectiblemente, “Lemuria”, y su subtítulo: viajes desde la pecera. Escucho que el sonido del agua que viene del baño deja de correr. Sole se aparece con un turbante de toalla en la cabeza y me pregunta si estoy cansado después de tanto traqueteo.

3.

Mar del Plata es una ciudad para todo el año, piensa Abelardo mientras conduce junto su madre que va a su lado, en silencio, contemplando perdida la línea del horizonte. Si la feliz la llaman, entonces, es feliz siempre, o debería serlo en las peores temporadas como las de Abril o Mayo, concluye, cuando los aluviones capitalinos aminoran y en el restaurante Montecatini se puede comer como la gente sin tener que hacer cola en la puerta y uno morirse de hambre en el intento. Madre e hijo salieron de La Plata luego del mediodía; por Ruta 2 y a 120km por hora tendrían que haber llegado en tres horas y media, pero van cuatro y todavía quedan unos cuantos kilómetros por recorrer. Abelardo es su único hijo, para él, ella es un verdadero ejemplo de vida, una verdadera patriota: docente jubilada, 300$ al mes, devota ferviente de la Rosa Mística todos los 28 de cada mes. Abelardo es ateo, pero siempre le llamo la atención esa costumbre de su madre todos los 28 de cada mes.


4.

Silo se llama Mario Rodríguez Cobos, vive en Chacras de Coria, en las afueras de la ciudad de Mendoza. Chacras de Coria vendría a ser como City Bella para La Plata, una zona algo alejada y residencial. En el año 1967 el “Negro” Rodríguez (así lo llaman por allá) fundó el Movimiento Siloista desde la Cordillera de los Andes, más precisamente, desde su primera aparición en la base del cerro Punta de Vacas (Uspallata). Desde allí se ungió a sí mismo como guía espiritual, e hizo un llamado a la paz y a la reconciliación universal del ser humano consigo mismo. Mi padre, si bien no estuvo en aquella jornada, fue seguidor suyo desde un principio; pero cuando finalmente desaparece en abril de 1977, ya había pasado a ser Montonero. Sin embargo, supongo, que como al peronismo, llevó siempre al Siloísmo en las venas. Una de las ideas clásicas del Siloísmo fue la de crear Lemuria (el otro nombre de la Atlántida), y llevar a cabo el sueño de Thomas Moro en su novela Utopía; pero hacerlo de otra manera, a la manera Siloista: tomar por asalto la Isla de Pascua (Chile) para declararla primer territorio para el hombre nuevo, para una vida en paz, de autentica libertad, felicidad y fraternidad. El año pasado viajé a Mendoza a entrevistar al Negro Rodríguez, tan encaramado en sus actuales planes humanistas, desde ya que me negó todas estas ideas, las cuales no tuvo problema de calificarlas de “delirios” de la época. Ahora que regresé a Mendoza, acabo de telefonear a Silo (tel: 0261-4962480), me atiende, le digo que soy el mismo del año pasado, si me recuerda, que tengo algunas cosas para darle, para preguntarle, me dice que está ocupado, que le deje mi celular, que él se pondrá pronto en contacto conmigo.


5.

Es mi segundo día en Mendoza. Estoy seguro que mi padre siempre creyó en Lemuria. Yo creo en Lemuria. Todo Collar de Perlas cree en Lemuria. De golpe suena el teléfono, lo atiendo desesperado pensando en Mario Rodríguez Cobos, pero es Filmus; nada, me deja un mensaje de voz, para contarme que un primo mendocino suyo vive justo en la esquina de la casa del conocido “Silo”. Filmus a esta hora también está pensando en Lemuria.


6.

El manuscrito de Filmus. Ya es el tercer día de mi viaje y llevo leído más de la mitad del manuscrito-novela. Están allí transcriptas las editoriales de los programas radiales más conmovedores. Hay anécdotas de pecera que tan bien Filmus ha sabido retratar. Hay homenajes explícitos y otros no tanto, comentarios de pasillo tribunalicio, contáctos nocturnos con Abelardo, crónicas sobre Ella y legítima, polémicas entre compañeros radiales, situaciones litigiosas y de la vida real, etc. Pienso a quién le puede interesar todo esto, a nadie supongo, a nosotros, tal vez. ¿Qué corregir? Supongo que nada. ¿Criticarlo?, se me hace casi imposible. Cómo corregir y criticar una situación que se vive desde el alma, o que es reflejo de un estado del alma. Un año y medio haciendo lo que a uno le gusta, y de golpe, aparece este manuscrito-novela que, más allá de las formas y los modos de contar, lo lleva a uno a revivirlo todo de nuevo. A esta altura podemos decir que la Radio es la vida y la vida es la Radio.


7.

Están entrando a Mar del Plata, Abelardo no pegó un ojo en toda la noche, ahora mira a su madre con cara de preocupado, por las facciones se nota que está triste, muy triste, podría decirse que es el día más triste de su vida. Entonces ingresa por avenida Constitución y se dirige a la playa Alfonsina, allí le pidió que se dirija su madre. Alfonsina y el Mar. Alfonsina Storni, madre poética o también patriota, piensa Abelardo, como la Rosa Mística tal vez, como Eva Perón, quizás… Ni bien llegan, estaciona el auto a una cuadra de la playa, justo entonces alcanza a divisar un pequeño letrero sobre una de las casas de la costanera, dice: “Sr. K. Bar”. Allí se dirigen, o se desvían de la playa, caminan pausados, como zigzagueantes. Abelardo lleva a su madre, la contiene, por momentos la abraza, esta vez no se siente sólo, pero una profunda tristeza lo atraviesa, viene de lejos, de algún lugar de su infancia que no alcanza a reconocer.


8.

Ahora estoy en Uspallata, a pocos kilómetros de Punta de Vacas y Silo sigue sin llamarme. En cambio, me comuniqué vía mail con el primo de Filmus (vecino de Silo), quien trabaja en una famosa Bodega y mañana me llevará conocer los viñedos, las cavas, degustaciones y esas cosas de por aquí. Todo esto después de que mi hija conozca la nieve.


9.

Como una caricia que viaja en el tiempo (yo siempre utilizo esta metáfora, creo que la he gastado), el manuscrito-novela retoma imágenes que vuelven para rozarnos, cada perla del collar está allí viva, late, una antología de las mejores perlas con toda su fuerza. ¿Pero el que no lo vivió?, ¿Cómo contárselo?, el problema es ese, justamente, cómo contárselo. Revivir una perla radial. Y, valga la redundancia, ese es el problema del manuscrito que Filmus me pasó. Salvo que una visión posmoderna del jurado avale este tipo de novelas, esos criterios tan de modo ahora que gustan de pastiches y cut up´s (corte y pegue de texto), de artefactos novelísticos (ready made) y metatextos robados de la mejor literatura (Bolivia Construcciones affaire), entonces sí, estaremos salvados. Como lector clásico, diría, que nos hemos divertido, pero nunca se sabe…


10.

“Un Whisky”, pide Abelardo apoyándose levemente sobre la barra y dejando a su madre sentada sobre una silla. Y el Barman que los mira, primero desconcertado, luego con cierta desconfianza; como diciendo, de dónde salieron este tipo con esa cara de desvele y esa vieja que lo acompaña, “acá sólo se atienden pescadores…”, pero en realidad todo esto lo supone Abelardo y el tipo no dice nada, se limita a servirle nomás en silencio, agrega un hielo dentro de un vaso transparente sobre el que vierte media medida de un líquido ocre. Abelardo gira el vaso en redondo unos segundos para que se enfríe y se lo echa en el gaznate, luego arroja un billete de cinco pesos sobre la barra, toma a su madre de la silla y sale para la playa.


11.

Decidí no ir a ver al primo de Filmus a la Bodega, el asunto Silo me tiene bastante enojado, ya llevo el cuarto día y no me ha llamado. No sé porqué hago esa vinculación entre el primo de Filmus y el Sr. Mario Rodríguez Cobos, en una de esas es porque son vecinos. He decidido abandonar ciudad de Mendoza y seguir viaje para San Rafael.


12.

A la noche, luego de tanta excursión por los parajes mendocinos, me tiro en la cama del hotel a leer la novela. Pienso en el sentido de las anécdotas que allí se cuenta, en lo que significa hacer un programa de radio, en la gente que escucha del otro lado y que cree en lo que escucha, porque si uno está allí a las nueve de la noche es porque uno cree en lo que escucha, si no estaría en otra cosa, más teniendo a esta altura tantos medios para escuchar. Si elige tan sólo una pequeña emisora de radio, con cuatro individuos que le hablan de literatura y vida, es porque la vida es literatura. No hay nada de lo que somos que no sea literatura. Estamos hechos de una voz. Podemos hacerla vibrar, podemos hacerla escribir. El problema es si la voz de una radio puede llegar a convertirse en una novela, y esa novela difundirse, abrirse al mundo.


13.

Están bajando por la escalinata de Alfonsina. En esa escena alcanzamos a vislumbrar Abelardo ante la escollera, con su típica cadencia pausada, apenas encorvado hacia adelante, abraza con todas sus fuerzas a su madre para protegerla del viento, que a esa hora es como una suerte de latido sincopado levantando arena de la playa en el aire, para regresarla nuevamente por unos minutos a la calma; así una y otra vez. Pero de pronto, luego de saltar una pendiente de piedra, el hijo se da cuenta que para bajar lo más cercano posible hasta las olas tiene que seguir un camino sinuoso de filosas piedras, es decir, tiene que apear a la madre a la altura de sus hombros, entonces le susurra algo para tranquilizarla, puede que un poema, puede que un te quiero, no lo sabemos; y se desliza con cuidado, tratando de no dar con un canto húmedo, de manera de no resbalar. Pero retrocede, lo vemos regresar en cada uno de sus pasos. Abelardo se siente cansado, a esa altura siente que su cuerpo es como que no le responde, su espalda dormida, los brazos se le caen. Lleva a su madre haciendo equilibro hasta la escollera, allí la sienta y él se sienta a su lado. Recuerdan juntos la primera vez que Abelardo fue a la playa cuando sólo tenía tres años, el viejo Gesell, las dunas, el mate y papá que todavía estaba con ellos. Abelardo trata de no mirar a su madre, su vista se pierde en la calle, en el reflejo de los autos que pasan, pero en eso se detiene en algo que le resulta familiar, claro, allí estuvo exactamente hace veinte minutos: “Sr. K. Bar”. Allí se dirigen nuevamente.


14.

Hoy abrí un diario de tirada nacional y encontré casualmente una entrevista a un conocido editor español de visita por Argentina, me llamó profundamente la atención el siguiente comentario, aquí lo transcribo: “… la grafomanía de la gente sigue desatada, en un año los contamos y nos llegaron como 2000 manuscritos… hay mucha gente que cree que la descripción de sus peripecias personales es interesante para la humanidad (risas), pero ser escritor implica otras cosas. Hay muchísimos manuscritos que ingresan en la editorial y que se pueden descartar leyendo una sola página. Parece muy drástico, pero un profesional habituado a leer puede detectar muy fácilmente si está frente a un amateur o a alguien que puede llegar a ser un auténtico escritor…”. Teniendo en cuenta el comentario de este editor (Señor Editor), estamos jodidos de entrada. Ya dije por ahí que el manuscrito que me pasó Filmus es un pastiche de anécdotas que llegan como rayos al corazón de uno, de los amigos, de los oyentes. Entonces preferí adelantarme a ellos y usar el traje de Monje Negro (hijo de puta literario, vale decir, un auténtico Jurado de Concursos) para calificar de entrada vuestra novela (catar dicen los degustadores de vinos Mendocinos), de modo de evitar ser juzgados incorrectamente por estos crápulas de lo letrado, y que de paso la Novela, contenga su propia crítica (todavía no sé si Filmus decidirá incluir todo esto como un capítulo, en una de esas Don Negro lo convence).



15.

San Rafael es hermoso. El Cañón del Atuel me hace olvidar un poco de los Silópatas. Qué tipo ese “Negro” Rodríguez Cóbos, todavía lo recuerdo hace un año cuando lo cité en el Café de la calle San Martín a conversar sobre los desparecidos del Siloísmo, sobre los vínculos del Movimiento con la guerrilla, las ideas de Lemuria. Entonces Silo me habló del Retorno de los Brujos de Louis Powles y Jactes Bergier, del desdoblamiento psíquico de los poetas y los magos… Conservo una carta de mi padre en la que habla de una supuesta conversación que tuvo con él acerca de la preparación espiritual de los revolucionarios. Le mostré fotos, pero no se acordaba de mi padre, ni de haber conversado con alguien que llevara su nombre.


16.

Si Silo no me llama, no pienso hacerle llegar toda la información que me robé de la Ex DIPBA (Dirección de Inteligencia de la Policía de la Provincia de Buenos Aires) que llevo sobre el Movimiento. Hoy museo de la memoria (Comisión Nacional por la Memoria- archivo de Inteligencia). Esto me recuerda a esa película: La vida de los otros…



17.

Comencemos con la crítica despiadada. Para empezar las correcciones gramaticales o sintácticas no son ningún problema (cualquier corrector lo resuelve), el problema es otro: no hay armonía formal, si es que puede entenderse armonía formal como un mismo tono o registro durante toda la escritura de la novela. Se inicia con una presentación cómo surge el programa de Collar, quienes somos, el sentido y la metáfora que lleva el título del programa, para perderse luego en un anecdotario azaroso entre perla y perla (tema y tema) que no lleva a ningún lado concreto (cuando debería llevar indefectiblemente a Lemuria). Espero no sea demoledora la apuesta, pero sí transgresora y furiosa, se trata de adelantarnos a los prejuicios del informe de opinión de novela que puede llegar a aparecer de parte de el Monje Negro literario que pueda calificarla en un eventual concurso… Pero sigamos: Hay una cuestión caso obsesiva con los homenajes a personas, o fechas, momentos, etc; pero no hay una ilación narrativa entre todos esos homenajes. Por ejemplo: hay efemérides patrias, onomásticos y datos literarios sueltos que atiborran el texto sin justificar trama alguna en términos de novela decimonónica.


18.

El Barman los vio ingresar de nuevo y sin necesidad que Abelardo diga nada, enseguida colocó el vaso transparente y lo cargó con la misma medida de whisky que hace menos de media hora sirvió a ese hombre con esa mirada como extraviada, con las pupilas semicerradas por el cansancio o, vaya a saber uno, si por el peso del mundo. La madre volvió a sentarse en la silla, mientras Abelardo se puso a hablarle sobre las cosas absurdas del mundo que lo llevaban al ateismo, como la rutina de su trabajo o la violencia incierta que despliegan algunos hombres, o el terror, el miedo y el silencio que inaugura la incomunicación, los besos que nunca se envían por carta porque se los devoran en el camino los fantasmas (esto último lo leyó alguna vez de las Cartas de Milena de Franz Kafka, y Abelardo gusta en repetirlo). Ella contempla sus manos, los pómulos, las orejas, la forma en la que se mueve su boca cuando habla, tan parecida a la de su padre. En pocos minutos salen del Bar y ya están en la Costanera de nuevo, ahora sí, decididos a cruzar la escollera y dirigirse a las piedras. Así lo hacen, lentamente, van como volando aferrados de las manos, bajan uno y otro escalón de piedra en forma sigilosa, hasta el justo lugar donde la espuma de las olas se queda atrapada. Entonces Abelardo toma a su madre con delicadeza con las dos manos, la levanta aferrándola sin de modo que no resbale, clava sus ojos en el cielo y se llenan de lágrimas.


19.

Recorriendo con mi hija y Sole una librería de saldos de San Rafael, por esas cosas de la casualidad, encontré en un estante la obra completa de Alfonsina Storni (Edit. Capeluz, Bs. As. 1974), desde ya que la llevé (9 $). Me llamaron la atención los siguientes versos, los transcribo: “… la cenizas no vuelan/ entre nosotros/ sabemos/ siguen allí/ a dónde quiera que vayas/ siguen allí/ el mar imperceptible/ el que tú miras/ nunca se mueve…”



20.

Más allá de que algunos digan que en el análisis de toda novela forma y contenido serían dos caras de una misma moneda; o, que si se encuentra resuelta la forma, deviene automáticamente el contenido; sigo pensando en la forma de la novela y no en su contenido, en este caso (el manuscrito que me pasó Filmus) el contenido estaría resuelto, ya lo dije más arriba, el placer de un texto para unos amigos que lo disfrutan, porque allí está escrito cada uno de sus momentos y situaciones; y de eso se trata Lemuria, justamente, de estar allí igual, más allá de ganar un concurso literario o escribir la “Gran Novela”. Pero la literatura es mucho más que eso, de eso estamos plenamente de acuerdo, es algo que trasciende lo meramente anecdótico, es algo que puede tener un efecto mayor, no tan “nos reímos entre nosotros”, conmover a personas indeterminadas que viven aquí cerca o allá lejos y no pudieron formar parte de esa anécdota, es decir, que les va a faltar información clave para poderla entender. Entonces la novela requiere un esfuerzo mayor de parte de quien escribe, brindarle esa información necesaria para que todos la entiendan. Eso no está en el manuscrito, y ese es otro modo de llegar a Lemuria. Un verdadero desafío, difícil de afrontar.



21.

El iris azul de sus ojos se contrae por el efecto ardor de las lágrimas y el resplandor del sol, en eso Abelardo baja su cabeza en el mismo momento en el que el rezago de una ola llega a mojar por completo sus zapatos y siente un frío que le duerme de inmediato la base de los talones va subiendo lentamente hacia arriba. Necesito un Whisky de nuevo, piensa, tiene ganas de volver atrás, retroceder los pasos por donde vino, junto con su madre en el auto, de nuevo hacia La Plata y que todo se vaya al carajo... Pero su madre descansa sobre sus brazos, la sostiene frágil parado sobre una roca como si tuviera en sus manos un trofeo o una ofrenda para alguna divinidad de la que en verdad él -por convicción- no cree. Está un minuto en esa posición hasta que empieza a sentir escalofríos, son en realidad escalofríos mentales, adentro de su cabeza y no en su cuerpo, como una angustia existencial acumulada toda en golpes secos sobre un punto de la sien que le impiden bajar la cabeza, abrir la urna que acarrea desde tan lejos y esparcir las cenizas como ella le pidió, en ese lugar, en el lugar de la maravillosa Alfonsina. Pero Abelardo no puede bajar lo brazos, no tiene fuerzas, ni animo, ni necesidad de abrir la caja, pues a esa altura del partido le resulta ridículo pensar que si la abre la libera; la libera de qué… de la caja, del mundo.... Entonces cierra los ojos con todas sus fuerzas, se pone de espaldas al mar y arroja la urna hacia atrás, sin siquiera mirar, sin escuchar el ruido contra la ola que debería hacer la caja, en ese momento pierde todo contacto perceptivo con lo que debería ser su madre, lo real. Ahora ella es libre y está donde quiso estar. La caja es polvo y será polvo con el polvo, y se da cuenta que ese razonamiento es menos absurdo o inútil que el anterior.


22.

Cuando Abelardo abre los ojos está apoyado en la barra del “Sr. K. Bar”, no sabe cómo llegó allí. Bebe whisky, el Barman lo mira sin decirle palabra, resulta extraño, al servirle otra copa hace un gesto como de comprensión, es como si ambos se conocieran desde hace años. Abelardo duda un momento en volverse a La Plata o quedarse en un Hotel de Mar del Plata, cerca de la estación de micros. Recuerda uno por calle Colón, una pocilga de la adolescencia cuando solía veranear con los amigos de Rugby, comían en el Puerto y luego se iban de putas por ahí. Mejor quedarse en la feliz, total por unos días no requerirá de sus servicios en la Casita de Kafka. Además pasado mañana será día 28 y recién entonces tendrá un motivo para volver. La Rosa Mística lo espera, no sabe porqué, pero a partir de ese día, es decir todos los 28, la Rosa Mística lo espera.


23.

Hoy domingo llegué a La Plata. Salí de Mendoza a las 10:00hs de la mañana, llegué a las 22:00 de la noche. Todo el día arriba del auto. Todavía espero que suene el teléfono y me digan del otro lado: “…soy Silo, cuando querés que nos juntemos…”


24.

Todavía recuerdo cuando ese último jueves, mientras Don Negro y Filmus se regodeaban con ese asado del que no probé bocado, Abelardo nos contó de cuando murió su madre y él la llevó a la playa Alfonsina para esparcir sus cenizas. De ese encuentro nació el cuento, de las ganas de contarlo.


25.

En el fondo yo creo que Abelardo es un poco como Pappo (así lo afirma él en la novela): “no obstante lo cual…” (diría el Napolitano haciéndose el letrado), “que nadie se atreva, a tocar a mi vieja…”. Es un grande, ni él mismo se atrevió en los últimos momentos.



26.

Que estas anotaciones no ofendan a nadie, intentaron ser solo una manera de estar en el mundo, en un viaje.


27.

La Novela será Lemuria. De todas maneras -alguna vez lo escribí en un poema-, todos llegamos -o llegaremos- a Lemuria.

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